domingo, 30 de octubre de 2016

Capítulo Uno.

We're Not Potter

Capítulo Uno.

El comienzo de la aventura. 

Miraban la calle maravilladas, nunca en su corta vida habían observado algo semejante. El callejón Diagon se hallaba repleto de estudiantes de primer acompañados por sus padres: unos con perfecto conocimiento de todas las tiendas, y otros que, sin embargo, parecían más que perdidos... muggles. Cataleya corrió sin pensarlo hacia una siniestra tienda, la Botica de Slug & Jigger, donde al parecer se podían comprar ingredientes para pociones. Su madre, asustada, fue tras ella para que no ocasionara un gran accidente por tocar lo que no debía. Mientras, Hayley se acercó lentamente a una curiosa tienda llamada Artículos de Calidad para Quidditch, observando maravillada una preciosa escoba de última generación que se hallaba en el escaparate: la British Voyager. El deseo por obtenerla se reflejaba en sus pupilas, además del avaricioso conocimiento de que poseía el dinero para comprarla, aun siendo totalmente consciente de que costaba una pequeña fortuna.

  -  Lástima que a los del primer año no nos permitan tener una escoba propia. - Cataleya apareció a su lado de repente, sobresaltándola. Sonrió de forma extraña antes de agarrarla para continuar calle abajo. - Debemos comprar solo lo que necesitamos, no te distraigas.

Hayley puso los ojos en blanco, su amiga le había cortado de golpe esos momentos de fascinación. Con sus padres siguiéndolas como si de sus guardaespaldas se tratasen, las chicas echaron una ojeada a la lista de materiales:
  • Tres túnicas sencillas de trabajo.
  • Un sombrero negro puntiagudo para uso diario.
  • Un par de guantes protectores.
  • Una capa de invierno.
Leyó Hayley en alto. Sus padres las condujeron por todas las tiendas necesarias para ese itinerario, empezando principalmente por Madam Malkin, Túnicas para todas las ocasiones. Esta vez Cataleya fue la encargada de leerle al dependiente de la librería Flourish y Blotts el listado de libros que debían comprar:
  • El libro Reglamentario de Hechizos, Miranda Goshawk.
  • Una Historia de la Magia, Seamus Finnigan.
  • Teoría Mágica, Adalbert Waffling.
  • Guía de Transformaciónes para Principiantes, Emeric Switch.
  • Mil Hierbas y Hongos Mágicos, Neville Longbotton.
  • Filtros y Pociones Mágicas, Arsenius Jigger.
  • Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, Newt Scamander.
  • Las Fuerzas Oscuras. Una Guía para la Autoprotección, Quentim Trimble.
Cargadas hasta los topes fueron incapaces de abrir tan siquiera la puerta por lo que Meredith, madre de Cataleya, se hizo con la carta poseyente del listado de materiales.

  -   ¡Eh! - se quejó la hija, indignada por la creencia de su madre de que ella necesitaba ayuda, cuando en realidad se sentía totalmente autosuficiente.

  -  Aún os faltan muchas cosas, 1 caldero de peltre número 2, 1 juego de redomas de vidrio o cristal, 1 telescopio, 1 balanza de latón, 1 animal de compañía y... ¡oh! ¡1 varita! - miró a las niñas con una expectación excitante. Su hija había elegido el camino de la magia y ella debía aceptarlo con toda la integridad posible, dejando a un lado su preocupación o miedo.

  -  ¡Qué recuerdos...! - RoseMary intervino melancólica. - Parece que fue ayer cuando estuvimos comprando nuestras varitas. Y ahora les toca a nuestras pequeñas... - un sollozo se escapó de sus labios. Hayley, a pesar de estar tan cargada como Cataleya, se acercó a su madre para abrazarla. RoseMary no acababa de asimilar que su niñita decidiera ir a Hogwarts, que eligiera la muerte. Hayley lo sabía, eran preocupaciones silenciosas pero que todos conocían, cómo secretos a grandes voces, por ello trataba de hacerle más llevadero el hecho de haber elegido la opción que ellos le ocultaron toda su vida. Cuando se calmó ante las atentas miradas de su marido y la familia MacPherson, continuaron sus compras.

Comenzaron por la tienda de Calderos, continuaron por otras tiendas como por la Tienda de Animales Mágicos, dónde Cataleya escogió una hermosa víbora verde esmeralda como gran parte de sus ojos, de metro y medio, con ojos rojos como su pelo. Encantada con su elección, después de haber comprado los suficientes libros como para domesticarla, miraba a su mejor amiga, la cual aún no se decidía. De pronto Hayley clavó sus ojos en una pequeña jaula unos metros más allá de dónde estaba ella, le indicó muy emocionada su elección a la señora que atendía la tienda, entonces ella le entregó en la jaula al pequeño gato color azabache de ojos dorados. Sus padres se encargaron de la pesada carga de los libros mientras ellas portaban sus mascotas mientras se dirijan a la última parada, la tienda de Ollivanders.

  -  ¿Una víbora? ¿Cómo se te ha ocurrido elegir una víbora? Es peligrosa Catly. - Hayley miraba horrorizada el animal en su jaula de cristal. Mientras su amiga poseía una de las sonrisas más grandes que se le había visto.

  -  En cuanto nuestras miradas se conectaron lo sentí, fue como una especie de conexión que me dice que será la más fiel de las mascotas. Tuve la sensación de que hasta... no sé, compartíamos el alma. - sus declaraciones solo sonaban divagaciones de una loca drogada para Hayley, la cual estaba segura de que esa víbora se acabaría comiendo a su dueña, a ella misma y a su gato.   

   -   ¿Una lechuza no te servía?

  -  ¿Dónde está la emoción en una lechuza? - Cataleya volvió a sonreír. Le gustaban los retos, por no mencionar su rara obsesión por las serpientes.

Llegaron a la tienda de Ollivandes. Fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C. Cuando estaban a punto de entrar sus padres se interpusieron, bloqueando la entrada.

  -  Rich y yo queremos deciros algo. - se miraron entre sí, parecían dos cómplices pensando sincrónicamente su malévolo plan. - La elección de varita es uno de los momentos más importantes de la historia de vuestras vidas. Nosotros estuvimos en esta misma situación hace mucho tiempo, así que he de decir que es emocionante, la expectación ante cual de las varitas os elegirá. Debéis estar tranquilas, y sea cual sea la elección será auténtica. - Franklin, padre de Hayley, miró a su gran amigo sabiendo que él también deseaba comunicarles algunas palabras.

  -  Deseamos que entréis solas, es lo mejor, para daros privacidad y así podáis concentraros mejor. Estaremos aquí esperando. Suerte niñas. - Cataleya abrazó a su padre, Richard le dio un beso en la cabellera antes de empujarlas dentro de la tienda.

Ambas chicas libre de cargas se quedaron de pie en la entrada tras el sonido de la campanita al cerrarse la puerta, el establecimiento carecía de decoración, se fijaron en los miles de cajas alargadas que yacían apiladas hasta el techo. Se miraron preocupadas, ¿encontrarían su varita entre las infinitas variedades? Una mujer de mediana edad apareció tras el mostrador, con unas gafas de cristales gordos las ojeó, a Hayley le entraron ganas de reír ante la extraña situación puesto que una mujer con graves problemas de visión las intentaba analizar.

  -  ¡Buenos días! Bienvenidas a Ollivanders. Soy Morgana, dueña del establecimiento, os ayudaré a encontrar vuestra varita perfecta, porque... es por lo que estáis aquí ¿no? - asienten con la cabeza atentas al peculiar ser que se halla delante de ellas. - Perfecto. Hace algunos años mis antecesores solo trabajan con tres núcleos, pelo de unicornio, pluma de fénix y fibra de corazón de dragón, sin embargo, cuando se me entregó comenzamos a trabajar con todo tipo de núcleos y maderas. Bien, ¿quién quiere ser la primera? - Cataleya retrocedió un paso sin que Hayley se diera cuenta. - Bien muchacha, acércate. - Hayley dándose cuenta de la traición de su amiga le dio un golpe en el brazo antes de acercarse al mostrador. - Perfecto, comencemos. - la extraña mujer se retiró a buscar por las estanterías.

  -  Te odio Catly. - Cataleya se reía viendo a su amiga "enfadada", mientras Hayley se agarraba las manos por los nervios, si su varita la tenía que escoger tal vez comunicara algo sobre ella que tal vez no le gustara.

Morgana volvió con un par de cajitas con ella, las posó en el mostrador para luego sacar una de su correspondiente caja. Se la tendió a Hayley sin dársela.

  -  Núcleo de pluma de fénix, madera de peral, 25 cm y poco flexible. Agítala muy despacio. - se la entregó. Hayley dudó unos momentos antes de agitarla, instantáneamente la butaca para descansar que se hallaba a su derecha se agrietó y de pronto se volvió polvo. Hayley soltó una pequeña risita mientras Morgana le arrebataba la varita de las manos. La chica se sintió algo decepcionada, pues le parecía gracioso que pudiera hacer eso realmente con la varita. - No, esa no. - la guardó enseguida. Le tendió otra, exponiéndosela. - Núcleo de pluma de ave del trueno, madera de haya, 30 cm y flexibilidad media. - Hayley la cogió y enseguida la agitó provocando una explosión en la montaña de libros que yacían a su izquierda. Cataleya solo fue capaz de soltar una carcajada, sin poder aguantar más. Morgana le quitó de las manos la varita. - ¡No, definitivamente la que explota no!

  -  ¡Sí, la que explota sí! - la dependienta y su mejor amiga se rieron estridentemente ante el entusiasmo de Hayley por usar algo que hace explotar las cosas.

  -  Creo que debo buscar alguna más... menos común. - se hundió en las montañas de varitas que tenía en la trastienda.

  -  Hayley, lo estás haciendo estupendamente, hay que tener paciencia en este asunto. - Cata le dio ánimos, pues sabía por su expresión que su amiga se encontraba nerviosa.

  -  ¿Y si realmente no soy bruja? Si no encuentro una varita es porque tal vez no valgo para la magia.

  -  Tranquilízate, hay miles de varitas, ¿pretendes encontrar la tuya a la primera? - Hayley sonrió, tener con ella a Cataleya la hacía sentirse segura.

  -  Prueba con esta. - Morgana apareció ante ellas con otra varita de color cálido. - Núcleo de pelo de Thestral, madera de acacia, 34 cm y muy flexible. - Hayley la cogió y antes de poder agitarla un calor reconfortante recorrió su cuerpo mientras sentía una leve brisa que le acariciaba la piel. Era una de las mejores sensaciones que había tenido en la vida, como si por fin todo encajara y ella estuviera plena. - ¡Esta, esta es! Eres una clienta especial chiquilla. - La volvieron a meter en su cajita y Morgana se la entregó a Hayley su varita en una bolsa mientras la chica aún sentía esa sensación agradable. - Esta es una buena varita, el núcleo de pelo de cola de Thestral es considerado uno de los más poderosos núcleos, este es muy difícil de controlar, no obstante al combinarlo con una buena madera se puede obtener una poderosa varita, y sus dueños deben tener una excelente habilidad en el dominio de la magia. En cuanto a la madera de acacia produce varitas que a menudo se niegan a producir magia excepto para su dueño y también se guardan sus mejores efectos solo para aquellos con el don más fuerte. Esta sensibilidad hace que sea muy difícil encontrarles un dueño y solo mantengo unas pequeñas existencias para aquellos magos o brujas con suficiente ingenio, puesto que no les van bien a lo que se conoce comúnmente como magia de “ruidos y olores”. Cuando a una varita de acacia se le encuentra el dueño correcto, puede competir con cualquiera en términos de poderes, pero a menudo esta madera no es apreciada lo suficiente por la peculiaridad de su temperamento.

Los datos se acumulaban en la cabeza de las chicas confundiéndolas, demasiada información que recordar. Hayley retrocedió dejándole el turno a la pequeña MacPherson. Morgana analizó a la chica de arriba a abajo y luego sonrió.

  -  Comencemos. - se llevó todas las varitas que creyó que podrían ser pasa Hayley para irse a la trastienda a buscar las adecuadas para Cata. La chica miraba a cada rincón visible del local, sentía que era afortunada, muy afortunada por poder estar allí, ser una de las elegidas poseyentes del don de la magia. Sonrió a Hayley, la cual parecía más feliz que nunca con su varita. - Bien, empecemos con esta. - dejó todas las cajitas en el mostrador. Sacó una de aspecto viejo para tendérsela. - Núcleo de pelo de Veela, madera de aliso, 36 cm, inflexible. - Cataleya la agarró emocionada, era la primera vez que tenía algo tan poderoso en sus manos. La agitó y cientos de cajas de varitas salieron disparadas en todas las direcciones. Hayley que ahora se hallaba de observadora estalló en risa, se dio cuenta de lo cómico que es ver a tu mejor amiga provocando un desastre en la tienda. Morgana devolvió la varita a su embalaje rápidamente. - No, esta no. - Cataleya se encogió de hombros sorprendida, era divertido, muy divertido. La dependienta sacó otra varita, de madera blanca, su aspecto puro incomodó un poco a Cataleya pero la aceptó sin titubear. - Núcleo de pelo de unicornio, madera de álamo, 26 cm y muy flexible. - Cata la movió.

Pasaron los segundos sin que sucediera nada, ella la agitó de nuevo sin atender al consejo de Morgana la cual creía que si tardaba tanto en ocurrir algo es que sería un desastre de gran magnitud, y si la agitaba más solo lo empeoraría. Esperaron la reacción de la varita pero nada sucedía. Cataleya lo intentó con más ímpetu esta vez, sin embargo seguía sin suceder nada.

  -  ¿Qué ocurre? - pregunto la chica confusa pues no entendía qué ocurría con esa varita.

  -  Esto es realmente confuso, no he visto nunca el caso de que la varita no reaccione ante una bruja. Sé que mis antepasados fabricantes de varitas presenciaron algunos casos, sinceramente es fascinante. - Hayley sintió como si a ella le ocurriera la creciente preocupación de Cata.

  -  ¿Esto podría significar que puedo ser una squib?

  -  ¡Oh, no! No, querida, no. Es muy simple, esta varita elige a los magos y magas más propensos a la magia blanca, son incompatibles con las artes oscuras, por lo que solo reaccionan ante personas completamente puras. No estoy diciendo que no lo seas, pero esta varita tal vez ha creído que no merece la pena ni realizar un movimiento por alguien al que no va a escoger. - se la quitó de las manos para que dejara de mirar a la varita como si fuera a hablarle. Buscó otra velozmente entregándosela. - Núcleo de fibra de corazón de dragón, madera de endrino, 30 cm e inflexible. - Cataleya la agarró, no tenía miedo a la reacción de la varita, pero ¿y si con la primera tuvo algo de suerte para hacerla funcionar? La agitó antes de que sus pensamientos divagaran, de repente el cristal del escaparate se hizo añicos con una gran explosión. Ella soltó la varita en fracciones de segundos dejándola caer en el suelo lleno de cristalitos. Hayley se había cubierto para que los cristales no le hicieran daño pero se reía cual niña inocente a la que le divertía ver catástrofes.

  -  Catly, ¡esa es la indicada! - le grito a su amiga. Morgana con su varita dio un golpe entonces todos los desperfectos ocasionados por las dos muchachas se repararon sin dejar prueba de lo ocurrido ahí. Alejó velozmente la varita de la destrucción de Cataleya. La miró detenidamente unos instantes, pensativa, analizando en su cabeza los miles de tipo de varitas que había. De repente se le iluminó la cara, tenía una idea, se fue a la trastienda a rebuscar entre las montañas de cajitas para encontrar aquella que se le había ocurrido. Volvió con una de las cajitas negras, sacó una varita de color azabache que llamó la atención de Cataleya, Morgana se la entregó con cuidado esperando una reacción.

De pronto Cataleya sintió un escalofrío por toda su columna vertebral, que recorrió todo su sistema nervioso acabando en la punta de los dedos mientras su cuerpo parecía levitar a unos centímetros del suelo dándole una sensación de libertad, haciendo que se sintiera más viva que nunca.

  -  ¡Wow...! - dijo una vez que la maravillosa sensación se volvió más débil.

  -  ¡Esta es perfecta! - Morgana devolvió la varita a su embalaje mientras les explicaba las propiedades. - Núcleo de cuerno de basilisco, madera de tejo, 32'5 cm y de flexibilidad media. El núcleo de cuerno de basilisco es un núcleo de varita muy poco común, y solo se conoce una que lo contuviese: la varita de uno de los fundadores de Hogwarts, Salazar Slytherin. El cuerno de basilisco tiene una peculiaridad, reacciona a la lengua Pársel, de forma que aquel que lo conozca puede desactivar y activar la varita a su antojo. En cuanto a la madera de Tejo, las varitas de tejo están entre las más raras y más poderosas, siendo de un color negro azabache, sus compañeros ideales son igualmente inusuales y de inteligencia superior. La varita de tejo es conocida por dotar a su poseedor del poder sobre la vida y la muerte, a menudo crea hechizos únicos y distintivos, y es un buen hombre o una buena mujer para luchar a tu lado en una batalla pues hacen que su varita se convierta en un arma increíblemente letal. Pero el tejo aún mantiene una oscura y terrible reputación dentro de las esferas de los duelistas y de todos los hechizos. Sin embargo no es del todo cierto que aquellos que usan varitas de tejo son más propensos a ser atraídos por las Artes Oscuras que el resto. La bruja o el mago que combine bien con una varita de tejo podría igualmente convertirse en un fiero protector de otros. Lo que sí que es cierto es que la varita de tejo nunca escoge a un dueño mediocre ni tímido, siendo de hecho poco conformistas y poseedores de numerosos talentos de los que a menudo no son conscientes. - de nuevo la información se acumulaba en sus cabezas abrumándolas un poco. Morgana le entregó la varita a Cataleya

  -  No sé lo que es la lengua Pársel, ¿eso quiere decir que no podré comunicarme con mi varita? - Morgana se rió estridentemente.

  -  No querida. Estoy segura de que no será un problema.

Las chicas le pagaron el coste de las varitas y salieron para reunirse con sus padres, contándoles todo lo que les había ocurrido. Sus madres, cómo no, se asustaron por las explosiones producidas pero sus maridos no las dejaron irrumpir en la tienda. Caminando por el callejón Diagon en dirección a sus casas Cataleya y Hayley se sentían emocionadas, el día no podía ser mejor.

  -  ¿Crees que iré a Slytherin? Estoy segura de que será mi casa, además lo de la varita... - Hayley la miró pensativa.

  -  No lo sé. Ni siquiera he analizado cual podría ser la mía. Hasta que lleguemos allí no se sabrá. - Cataleya sonrió.

  -  La mía es Slytherin, estoy convencida. Aunque ojalá nos tocara en la misma casa. - a Hayley no le agradaba nada ser de Slytherin, había escuchado suficientes anécdotas sobre esa casa como para desear pertenecer a ella.

Siguieron caminando hasta la salida del callejón, deseosas de que el 1 de Septiembre llegara, así poder empezar un nuevo curso que supondría una nueva etapa de vida, de sus verdaderas vidas.

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Aquella mañana el cielo de Londres estaba más nublado que de costumbre, anunciando un día completamente lluvioso. 

"Genial, agua." Pensó Hayley. Aquel día se había vestido con unos pantalones vaqueros oscuros y una camisa blanca normal de manga corta. Gruñendo por lo bajo, se echó una chaqueta de lana al hombro y se calzó unas botas de lluvia antes de bajar a la cocina a desayunar con su familia.

  -  Hayley, te has levantado tarde. - señaló su madre mientras cortaba rebanadas de pan para la tostadora. Su padre en cambio, estaba sentado tomándose una taza de café. Ella se sentó tranquilamente y mordisqueó una magdalena de chocolate.

   - ¿Estás segura de que quieres esto, cielo? - preguntó su madre por enésima vez, conteniendo el llanto. Hayley suspiró. Llevaba dos días preguntándole lo mismo una y otra vez. 

  -  Si, mamá. Es lo que quiero. Es parte de quien soy también. Por favor, no me hagas sentir mal por mi decisión. 


  -  Oh, pero es tan peligroso... Tu padre y yo solo queremos lo mejor para ti... - La morena se acercó y abrazó a su madre con cariño. 

  -  Volveré en Navidad y te ayudaré a preparar el pavo. Te lo prometo.- murmuró como si eso pudiese consolarla. Rosemary se secó las lágrimas con la manga de su jersey y le tendió unas tostadas perfectamente untadas con mantequilla y mermelada de fresa a su hija. 


El desayuno transcurrió sin novedades, más allá de su padre comentándole que esperaba buenas notas en sus exámenes. Por un momento, Hayley se sorprendió ante lo tranquilo que había resultado el comienzo de la mañana. Nada en casa había sufrido ante su sentido de la torpeza, ni había hecho explotar ningún jarrón feo de esos que su madre repartía por la casa sin ton ni son. Miró la hora en el reloj de la cocina. Debería preparar todo para su inminente partida. Estaba emocionada por emprender esa nueva vida llena de magia y diversión. Llevaba toda la mañana con esa sonrisa de satisfacción que siempre salía espontáneamente cuando algo la estimulaba. Aquella nueva vida prometía. 

Por otro lado, en la casa de su mejor amiga, las cosas no transcurrían tan tranquilamente como en la suya. Cataleya era una chica más o menos tranquila y ordenada. Pero la noche anterior había estado demasiado ocupada jugando con su nuevo amigo reptil como para dormir. Así que esa mañana se levantó con todo el equipaje sin hacer y a menos de dos horas para salir de casa y coger aquel tren que la llevaría a una nueva vida emocionante. Por eso corría de un lado para otro por su casa, intentando recoger todas sus pertenencias antes de que fuese demasiado tarde. 

Libros, ropa, collares, útiles de aseo... Todos esos objetos encima de su cama y la habitación hecha un desastre. La chica, desesperada, soltó un grito de frustración. La serpiente, su nueva amiga, estaba tranquilamente descansando encogida en su terrario de cristal, observando a su dueña con lo que Cataleya interpretó era una expresión de diversión. Frunció el ceño y se dirigió lentamente al terrario. 

  -  Así que te ríes de mi, pequeña escoria. Recuerda que quien tiene la llave de tu terrario soy yo. - le dijo con una sonrisa satisfactoria. Aunque no consiguió lo que quería, pues la serpiente simplemente ladeo la cabeza y sacó la lengua repetidas veces, para luego volver a recostarse sobre si misma. ⁃ Te amo, pero odio que se rían de mi. - murmuró su dueña y acto seguido se giró hacia la cama, donde descansaban todas sus pertenencias. Estaba segura de que necesitaría ayuda con eso. Odiaba tener que pedir ayuda. 


  -  ¡MAMÁ!

Y gracias a Dumbledore, consiguió terminar con el equipaje justo tres minutos antes de que su padre les gritase desde el salón que si no se iban en ese momento, se negaba a llevarlas. Una vez en la estación, tanto Cataleya como Hayley salieron de golpe de sus respectivos coches. 

  -  ¿No te haces popó de la emoción? - murmuró Hayley a su amiga mientras ambas miraban fijamente el letrero de la estación King'sCross. Ambas se miraron ante la declaración y se echaron a reír. 

  -  Niñas, llegaremos tarde. - apremió Rosemary, tirando de un carro en el que ya habían puesto el equipaje de Hayley. Ambas sonrieron y entraron corriendo en la estación. No sabían exactamente dónde estaba el andén nueve y tres cuartos, pero veían otros niños con lechuzas, gatos y demás animales, así que se figuraron que estaban cerca del lugar.


  -  Bien. Cataleya, ¿quieres entrar tú primero? - preguntó su madre con una pequeña sonrisa. Como respuesta tan solo obtuvo una expresión confusa. 

  -  ¿Entrar a dónde? - respondió Hayley por ella. 


  -  La pared. Hay que atravesarla para entrar al andén. - aclaró el señor O'Brien. 


  -  ¡YO PRIMERA!- gritó Hayley y empezó a correr hacia la pared sin ningún tipo de reparo. Uno de sus mayores sueños de niña había sido traspasar una pared, y en ese momento estaba cumpliéndolo. Todos los presentes se llevaron una mano a la frente en señal de desaprobación. Cataleya simplemente se planteaba qué clase de ser humano había escogido como mejor amiga. Uno a uno, las dos familias entraron en el andén. Localizaron a la morena problemática cerca del Hogwarts Express, admirando el panorama como si estuviese en un parque de atracciones. 


  -  ¡CATLY! ¡MIRA! ¡ESE CHICO LLEVA UN SAPO! - le gritó sin ningún tipo de inhibición. 


  -  Hayley, igual deberías plantearte que estas personas pueden ser compañeros nuestros. - murmuró Cataleya, suspirando. ⁃ Pero da igual. Estaremos en la misma casa, seguro. - la pelirroja estaba completamente convencida, aunque su mejor amiga no lo estaba tanto. 


  -  ¿No os despediréis de vuestros padres? Esas personas que os dieron la vida, ¿recordáis? - bromeó el padre de Cataleya.

  -  No seas pesado, todavía queda tiempo. Dios santo, las chicas aquí parecen realmente elegantes. - se sorprendió.

Hayley se detuvo también a observar atentamente las chicas que, como ellas, comenzaban el nuevo curso. Algunas parecían desarregladas, pero había una cantidad considerable que parecían modelos. Por un momento, Cata se fijó en una chica rubia que caminaba tirando de su propio carro, en el que llevaba un pequeño búho marrón. Más pequeño que una lechuza normal. Parecía la única de mal humor en todo el andén. Los niños sonreían, pero ella simplemente gruñía y fruncía el ceño. Sin más, las dos chicas procedieron a despedirse de sus familias, prometiendo escribir una vez a la semana como mínimo, y volver en vacaciones.

  -  Oh, Hayley, mi niña. Ten mucho cuidado por favor. Intenta que no te expulsen, y aléjate de la torre de astronomía, es peligroso. Y por lo que más quieras, por mucho calor que tengas, no te bañes en el lago, ni sigas animales al bosque ni... - empezó Rosemary a mencionar mientras abrazaba con fuerza a su pequeña.

  -  Cuidado con los centauros, Hay. No los cabrees si no quieres ganarte una bronca de la directora. - el señor O'Brien siempre era condescendiente con su hija, su ojito derecho. 

   -  Cataleya, espero que sigas sacando buenas notas, como siempre. - le comentó Richard con una sonrisa mientras le daba unas palmadas en la espalda y le revolvía el pelo. 


  -  Cuídate mucho, mi bebé. Y cuéntame exactamente todo lo que hagas en el colegio. Seas de la casa que seas, estaremos orgullosos. - la señora MacPherson tuvo que reprimir un sollozo. 

"Pasajeros del Hogwarts Express con destino al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, última revisión de billetes" anunció una voz por megafonía, haciendo que tanto Cata como Hayley se diesen prisa a la hora de subirse al tren. Por otro lado, estaban algo perdidas. Había miles de compartimentos, y se sentían algo inseguras para meterse en alguno en el que ya hubiese alguien dentro. Normalmente aquellos niños ya deberían saber mucho sobre el mundo mágico, pero para ellas era todo completamente nuevo, y no deseaban quedar como unas ineptas ante los demás. Tras unos minutos, encontraron un compartimento vacío y se sentaron tranquilamente. 


  ⁃  ¿Deberíamos cambiarnos? Digo, hay muchos chicos con el uniforme puesto. - comentó la de ojos esmeralda. La otra chica se encogió de hombros. 

  ⁃  Igual todavía queda mucho camino. Quién sabe. 

  ⁃  ¿Qué casa crees que serás? 


 ⁃  Espero que una en la que no me castiguen mucho. - bromeó Hayley con su habitual entusiasmo. Cataleya rodó los ojos ante la actitud de la morena. 

Siempre se había metido en líos y ella le había sacado las castañas del fuego como podía, aunque no era que le molestase precisamente. Era la más sensata de las dos y eso la volvía un tanto protectora con Hayley, ya que era bastante inocente respecto a algunos aspectos de la vida. Como en el coqueteo. En esos aspectos la pobre era casi nula. Así que simplemente Cataleya se propuso como objetivo social del curso conseguir un chico decente para su amiga. Y Cataleya cuando se proponía algo, lo llevaba a cabo. Siguieron como siempre, hablando de cualquier cosa trivial o simplemente comentando cosas que habían leído en sus nuevos libros. Una chica desconocida abrió el compartimento y las miró a las dos. 


 ⁃  Debéis cambiaros ahora. Llegaremos en veinte minutos. - informó, y sin dar tiempo a responder, cerró el compartimento y desapareció por el pasillo. Ambas se miraron y cerraron las cortinas del vagón, completamente emocionadas. 


  ⁃  Hayley, ¿sabes anudar una corbata? - Cataleya se empezó a reír ante la manera tan extraña que tenía su amiga de colocar su uniforme.

  ⁃  ¿Me ayudas? - Hayley estaba a punto de tirar su corbata por la ventana. 

Una vez terminaron y se comieron algunas de las extraordinarias chucherías que habían comprado a la llamada "señora del carrito", se sintieron satisfechas. Estaban justo donde ellas querían estar, y eso las llenaba de dicha. Hayley observó el paisaje durante unos minutos, y vislumbró a lo lejos un bosque con árboles de un sorprendente verde oscuro, casi parecía un mar verde. Era atrayente y misterioso y Hayley se imaginó a si misma haciendo senderismo en ese lugar. Cata, en cambio, estaba centrada en su lectura de Animales Mágicos y Dónde Encontrarlos. Y entonces ocurrió. El tren se detuvo con una gran sacudida que casi tira a Hayley de su asiento. Su acompañante de pelo rojo se levantó de un salto, con una enorme sonrisa. 

  ⁃  Hemos llegado. - murmuró la morena de ojos claros. 

Salieron del compartimento casi al segundo, pues deseaban ser de las primeras que saliesen del tren, a pesar de que no tenían ni idea de lo que tenían que hacer. Ambas se miraron el uniforme con nerviosismo, procurando no dejarse nada por revisar. El uniforme de Hayley era exactamente igual al de Cataleya, pues era el uniforme general para los de primer año. La morena en cambio, lo había personalizado a su desastrosa manera. Ella llevaba su falda un par de dedos por encima de la rodilla. La camisa blanca estaba ligeramente descolocada con el botón del cuello desabrochado, y la corbata colgando de su cuello más como un collar que como una corbata. El resto era normal, unos calcetines negros que le cubrían las piernas hasta debajo las rodillas y unos zapatos negros también. Cataleya, en cambio, llevaba el uniforme mejor colocado, con la falda un poco más por encima del medio muslo, los calcetines del mismo modo... cambiaba el hecho de que llevaba la camisa perfectamente colocada, con su corbata anudada y su jersey colocado por encima. A diferencia de Hayley, que solía tener calor la mayor parte del año, su mejor amiga era todo lo contrario. Sentía el frío a la mínima, y era de las pocas cosas que no soportaba. Así que con rapidez bajaron del vagón. La estación en la que se encontraban era muy parecida a King'sCross, aunque estaba rodeada de árboles. Un anciano gigante e imponente apareció delante de ellas, que soltaron un pequeño grito del susto. Tenía unas arrugas marcadas a los lados de los ojos, unas mejillas un poco caídas y el resto de la cara estaba cubierto por una mata rizada enorme de pelo gris, que le daba más bien el aspecto de un Santa Claus gigante. Ante las caras de susto de algunos alumnos, el Santa Claus decidió presentarse. 


  ⁃  Buenas noches, nuevos alumnos. Mi nombre es Hagrid, Rubeus Hagrid, y soy el guardabosques de Hogwarts. ¡Bienvenidos! - y les dedicó una sonrisa enorme que a Hayley la hizo sentir como en casa. ⁃ Bien, ahora debemos ponernos en marcha. Las barcas se irán sin nosotros. - anunció, dándose la vuelta y comenzando a andar hacia la salida. 

La primera en seguirle fue una chica rubia de pelo largo. Hayley la identificó como aquella chica del andén en King'sCross. Ella le sonrió al gigante y le susurró algo que le hizo reír muy alto. Varios alumnos (los que al parecer estaban más tranquilos) le siguieron y, eventualmente, el resto también. Una vez el frío aire de la noche les dio en la cara, Cataleya y Hayley se quedaron asombradas con el despliegue de barcas de estilo antiguo que se encontraban delante de ellas sumergidas en el negro agua de un enorme lago. La pequeña MacPherson comenzó a bajar las escaleras detrás de los alumnos, y Hayley intentó seguirla... con el inconveniente de que se tropezó con sus propios pies y, durante unos agónicos segundos, vio su vida pasar. Cerró los ojos antes de darse el golpe, pero afortunadamente, algo blando amortiguó su caída. Cuando abrió los ojos simplemente vio que había caído sobre dos chicos, que estaban quejándose en un tono de voz que su madre probablemente no consideraría de interiores. Completamente colorada, se levantó con rapidez y pidió disculpas. Cómo no, su torpeza volvía a ponerla en ridículo. Cataleya corrió a su rescate intentando ocultar una sonrisa. 


  ⁃  No digas nada, Cat. Si dices algo o escucho una risa te rapo las cejas esta noche... - murmuró completamente avergonzada. 

 ⁃  Vamos, Hay. No ha sido tan malo. Has empezado a socializar... - comentó su amiga y soltó una risotada. 


Hagrid pasó lista y mandó a todos los alumnos subir a unas barquitas que no parecían ser muy nuevas, a través de un lago oscuro y enorme, iluminado con tan solo los faroles que yacían en las barquitas. A medida que avanzaban se acercaban más al iluminado castillo que desde esa perspectiva lucía diminuto, nada comparado con su tamaño real. El Hayley, un poco recuperada de su anterior incidente, observó a sus compañeros de barca. En cada una cabían cerca de 18 chicos. Se preguntó cuántos de ellos quedarían en la misma casa que ella. No tardaron mucho en acercarse al colegio. Tanto Cataleya como su amiga se quedaron anonadadas al ver semejante castillo, imponente y majestuoso. 


  ⁃  Dios, ¡DIOS!

 ⁃  Lo sé, lo sé. Lo estoy viendo. - respondió la chica de ojos verdes. 

 ⁃ ¡TIA QUE VAMOS A VIVIR AHÍ! - Los demás alumnos también parecían sorprendidos, pero lo disimulaban mejor. Unos minutos después, las barquitas se detuvo. Todos los alumnos bajaron justo en la entrada, y Hagrid los guió a través de unas escaleras de mármol enormes y los mandó detenerse justo antes de una puerta de madera antigua que triplicaba el tamaño del guardabosques. 

  ⁃  Bueno, chicos. Estáis a punto de entrar al gran comedor y empezar vuestra vida en Hogwarts. Bienvenidos de nuevo, y no queméis nada. - Y Hayley se sintió triste ante la prohibición. Miró a Cataleya y sonrió. En ese momento empezaban sus nuevas vidas.

Continuará...

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¡Nun al habla!

¡¡Al fin el primer capítulo!! Dadle las gracias a V.S. y a Aldo, que se han llevado el trabajo duro esta vez sobre todo a Val, que es nuestra negra particular y se ha currado las fichas de los personajes en las páginas de P. Principales y Secundarios

El caso, aquí empieza la aventura de verdad, y poco a poco iréis conociendo a todos los demás personajes.

En aproximadamente una semana, publicaré este capítulo en mi cuenta de Wattpad que podréis encontrar en la página Sobre Nosotras. Repito. Jeje. por si os apetece dejarme un voto, y eso. Jeje.

Bueno, pequeños Potterheads, espero poder ver vuestros comentarios y opiniones justo debajo de este súper chachi piruli capítulo.

¡Hola a todos y todas!
Ahora es mi turno de saludar y agradecer a todo el que nos lea por tomarse la molestia de pasarse por el blog.
Por supuesto, este capítulo ha sido íntegramente una colaboración entre V.S. y yo, con Nun supervisando por supuesto. No se fía de nosotras... 
Y sobretodo, advertir que a partir de ahora, empieza el salseo. Prometimos anteriormente que este no es un fanfic normal, sino que queremos hacer algo bueno de lo que podamos sentirnos orgullosas. Nos estamos esforzando y espero que nuestro empeño os regale una buena experiencia y os dibuje una sonrisa en la cara.
Sin más, Aldo se despide hasta nuevo aviso.
¡Muchos besos y que no os dejen K.O. las mandrágoras!

¡Bonjour, queridos Potterheads! Soy Vallery Scarlet, V.S. o Val, como más os guste. Es la primera vez que os escribo ya que los otros avisos os los han dado mis maravillosas coescritoras.

Espero que os haya gustado este primer capítulo de muchos otros, y si es así os pedimos que lo reflejéis comentando y recomendándoles a vuestros amig@s Potterhead que nos lean. 
Como ya ha dicho Nun me he currado un poquillo las fichas de nuestros personajes, con la intención de que disfrutéis leyéndolas y visualizándolas.

Me despido recordándoos que este proyecto lo hacemos con mucha ilusión y con la esperanza de que os guste *jem, jem* os encante. Así que aquí esta El Comienzo de la Aventura, que sin duda no os defraudará.

¡Val fuera!

viernes, 14 de octubre de 2016

Prólogo~

We're not Potter

Prólogo

Un susurro acariciaba el aire, rompiendo el silencio. Tan sólo un susurro suave, a penas audible, cuyo significado involucraba años y años de ardua búsqueda e investigación por todo el mundo. Décadas de trabajo basado en rumores y las más oscuras esperanzas. Pero aquellas palabras, aquel trémolo murmullo, significaba demasiado para tanto esfuerzo.

Buenas noticias. Así podría resumirse. Esperanza, crimen, futuro. Y mucho, demasiado poder, oculto en el cuerpo de un niño.

- Le hemos encontrado. Hemos encontrado al descendiente.
Las palabras picaban, luchaban por salir. Retorció los dedos de los pies y se pellizcó las manos sudorosas.

- ¿Estáis seguros de que es él? - preguntó intentando reunir todo aquello que quería decir, todo aquello que le atormentaba y luchaba por salir en una sola cuestión.

Y cuando la mujer encapuchada que frente a él se erguía, temblando, asintió despacio, pudo al fin sonreír. Una sonrisa retorcida, cruel y oscura que escondía el secreto de la más horrible búsqueda, con las más temibles intenciones.

Y en el silencio de la noche, en la oscuridad de las calles, a espaldas del mundo, el futuro se sacudió y se desdibujó.

La búsqueda había terminado. Y pronto, muy pronto, la maldad y el miedo que dominaron el pasado retornarían su trono tan esperado.

Y nadie podría evitarlo.

~♤~

- Feliz cumpleaños, Hayley.

Eso fue lo único que logró decir su madre aquella lluviosa mañana  de abril antes de echarse a llorar a moco tendido de nuevo, como si hubiese cometido el peor de los pecados. 

Su padre, con la mirada perdida en la madera de la mesa del comedor frente a la cual estaba sentada la familia aquel cumpleaños tan manchado de gris sostenía un sobre pulcramente preparado y sellado, que desprendía un aura solemne que le hizo cosquillitas a la chica en la nariz.

El día 8 de abril, hacía ya diecisiete años, a medianoche exactamente, había nacido la menor de la familia de los O'Brian, la pequeña -ya no tan pequeña- Hayley. Y de hecho, aquel mismo día varias horas antes, cuando el sol brillaba más alto, nació su mejor amiga, Cataleya MacPherson. Pero nunca, jamás, en aquellos diecisiete años de rutinaria vida, había visto a su familia tan perdida. Tan... rota. Nunca había visto a su madre llorar tan desconsoladamente como aquel día.

Su padre, sin levantar la mirada de la mesa, le tendió el sobre. Un único sobre, blanco, con un brillante sello rojo y un extraño logo en el dorso.

- Lo siento tanto, cielo... no te enfades, por favor... - había logrado murmurar su madre entre sollozos, justo antes de que un terrible grito de ira resonase por el patio de luces, que Hayley relacionó inmediatamente con su amiga.

¿Por qué está tan enfadada Cataleya? Se preguntó.

Extendió la mano y cogió el sobre con dos dedos, como si quemase, porque tenía la sensación -y cuando ella tenía una sensación, nunca se equivocaba- de que ese sobre contenía algo que cambiaría todo. Pero no un "todo" que abarcase simplemente su vida, sino un "todo" que haría cambiar el curso del tiempo. Tragó saliva -con otro grito de su mejor amiga de fondo, en el que casi pudo distinguir las palabras "mentira" y "magia"- y abrió el sobre despacio. Dentro había un trozo de papel doblado, que desdobló y leyó con cuidado.

Estimado(a) Hayley Taylor O'Brien:

Director(a): Rose Weasley


-Nueva Orden del Fénix, Orden de Merlín, Maga superior, Jefa de Brujas, Primera Clase-


Tenemos el placer de informarle que ha sido aceptado(a) en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechiceria. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Muy cordialmente,

Sebastian Grallen Downey

Tragó saliva y miro a su madre, que intentaba secarse las lágrimas que no dejaban de salir, y a su padre, que la observaba en completo silencio.

- Esto... ¿Esto es algún tipo de broma, papá?

Él simplemente sonrió con nostalgia.

- No, cielo. No lo es. - dio un largo suspiro y cogió aire, sin apartar los ojos de su única hija, su única descendiente, que había vivido tanto tiempo en la ignorancia de quien era realmente, en una mentira demasiado rutinaria para parecerlo. - Hay, ¿Te acuerdas cuando eras pequeña, y pasaban... cosas cuando sentías algo con mucha fuerza? Cuando aún vivíamos todos juntos en el castillo de Kilkenny...

Ella asintió en silencio. No se acordaba con exactitud, porque de aquello hacían ya muchos años, pero varias imágenes le vinieron a la mente: ella enfadada porque no quedaba pastel, su madre asustada y la lámpara de araña balanceándose peligrosamente rápido en el techo, ella feliz en su quinto cumpleaños, cuando el tío Derek le regaló un libro para aprender a dibujar animales, su padre furioso y las ventanas de la cocina estallando en mil cristales... Poco después de aquel cumpleaños, sus padres hicieron las maletas y se mudaron los tres a Londres, donde conoció a su mejor amiga, pero nunca supo el porqué de su repentino traslado.

- Nuestra familia, los O'Brien, es una antiquísima familia de magos y brujas, de los de verdad. - continuó su padre. - Una de las Primeras Familias europeas, de sangre limpia. Justo como tú, Hayley.

- Entonces... ¿Soy una bruja?

Su madre dejó escapar un grito ahogado y su padre le frotó la espalda con dulzura, intentando darle apoyo ante aquel difícil discurso.

- Sí. Al igual que tu madre. Al igual que yo. - cogió aire de nuevo. - muchas de aquellas experiencias extrañas que vivimos en Irlanda, eran verdaderamente... magia. Magia que tú no podías controlar, Hay, porque eres maga. -  tenía poder mágico y total ignorancia sobre él.

Ella bajó la mirada a la carta, y volvió a dirigirla a su padre.

- ¿Qué es Hogwarts?

- Es un colegio. El mejor colegio de magia, si se me permite opinar. Y el colegio en el que estudiamos la materia en toda nuestra familia.

- ¿Vosotros estudiasteis allí?

- Yo sí, pero tu madre no. Ella estudió en Beauxbatons, una escuela de magia francesa. - se humedeció los labios despacio y continuó su discurso, con la mirada brillante de nostalgia. - Cuando tu madre estaba embarazada, tu abuelo te inscribió en Hogwarts, en contra... en contra de nuestra voluntad. Él era amigo de la directora Weasley, y le hizo prometer que aún si tuviese que mover cielo y tierra, estudiarías allí para convertirte en una buena bruja. Pero... tu madre y yo nunca quisimos aquello para ti.

Las lágrimas le picaban en los ojos a Hayley, luchando desesperadamente por salir al escuchar aquel maravilloso gesto de su querido y fallecido abuelo, que recientemente sabía que además de ser un ancianito arrugado, barbudo, dulce y bromista, era un mago poderoso con contactos.

- ¿Por qué? - preguntó en un susurro casi inaudible, tratando por todos los medios no llorar.. - ¿Por qué no... me dejasteis, como quería el abuelo?

Su madre sollozó con fuerza, enterrando el rostro entre las manos para sofocar los gemidos e hipidos.

- Es peligroso, Hayley. Cada día mas y más. Hay algo muy oscuro ahí fuera, que afecta a todos los magos y brujas del globo. Cuando tu madre quedó embarazada, decidimos... que lo mejor y más seguro para ti, era ocultarte todo aquello. Protegerte. Por eso nos fuimos de Irlanda, cielo. Hay demasiada magia en ese lugar, sobre todo en el castillo. Y tu tío y el abuelo no ayudaban mucho a ocultarte nada. Londres es una ciudad casi igual de mágica que Kilkenny, pero... supongo que no podemos dejar atrás de esta forma nuestras raíces. - dejó escapar una risa amarga, con la vista fija en su hija pero la mirada perdida. - La señora Weasley nos permitió... mantenerte en casa, viviendo con muggles, hasta que cumplieses 17, tu mayoría de edad. Entonces, tú decidirías tu camino.

Hayley miró de nuevo la carta. El sello. Las letras que bailaban por sus ojos empañados.

- Perdónanos, Hayley, mi amor. Pensamos que era lo mejor... Rose... Rose dijo que la ignorancia es una horrible debilidad pero... nosotros... lo siento, hija. Te queremos...

- Lo sé - Hayley se tragó sus lágrimas y alzó la barbilla. Se levantó, abrazó con fuerza a su madre y besó a su padre en la mejilla. - No os guardo ningún rencor, papá. Os quiero muchísimo. Daría mi vida por vosotros, y lo sabéis. Sólo... sólo... esto es mucha información en tan poco tiempo. Creo que... tengo mucho que pensar.

- Tienes que contestar antes de agosto, cielo. Aún tienes tiempo. Y... creo que deberías hablar con Cat... - empezó su madre un poco más calmada, pero fue interrumpida por el potente sonido del timbre.

Cuando Hayley corrió hasta la entrada y abrió la puerta, su mejor amiga saltó a sus brazos y la cubrió de besos.

- ¡Hayley! ¡Somos... somos brujas!

- Espera espera... ¿Tú también?

Continuará...

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¡Lo prometido es deuda! Aquí está el prólogo del tan esperado fanfic que con tanto mimo hemos preparado para vosotros, Potterheads.

¿Y bien? ¿Qué os parece?

Hacédnoslo saber en los comentarios -que nos ayudan a escribir más rápido, y eso. Jeje. Jejejeje. PUBLICAD CAPÍTULOS HOSTIA-.

Y con esto y un bizcocho... o mejor una rana de chocolate... Mmmm... chocolate... nos despedimos por hoy, Nun al teclado para variar.

¡Miles de Always y besitos Potterheads para todos vosotros, lectorcillos y lectorcillas!

Gracias por el apoyo que esperamos que no sea silencioso. Jeje.

Las Nuevas Merodeadoras:


Aldo, Val y Nun.