lunes, 19 de diciembre de 2016

¡Arte Potterhead!

Buenas, mis queridos Potterheads, Nun al teclado para variar presentando algo muy especial...

Porque no, lo siento mucho para aquel que esperaba impaciente lo contrario, pero esto no es un capítulo del fanfic -Que de hecho, está en ello-. Os presento con toda mi alegría, el primer fanfic oficial de la novela, realizado -como bien indicamos en la despedida del capítulo anterior- por Nés, colaborador de las Nuevas Merodeadoras y asistente y creador de dudas y fallos técnicos y lógicos internos.

En nuestra defensa, no conoce ningún spoiler, al igual que vosotros, pero sí sabe un par de datos extra sobre los personajes y sus gustos personales... información necesaria para poder realizarlos, por supuesto.

Y bueno, no quiero entreteneros más... ¡¡Aquí está su increíble trabajo!!






Aquí está el primer fanart, de Hayley y Cataleya, águila y leona, bff 4ever (?).

Fotos desde varios ángulos, ¡Nos tiene encantadas con esta obra!

Eso me recuerda... si alguno de vosotros se anima, encantadas recibiremos, y si queréis publicaremos, vuestros fanarts.

A partir de ahora encontraréis todos nuestros fanarts, después de publicarlos por aquí, en la página con su mismo nombre...

Y bueno, espero que os guste y si no pues os mato y punto y nos veremos en la próxima entrada, que con un poco de suerte es el próximo capítulo.

¡Nox!

Nun

Las Nuevas Merodeadoras

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Capítulo Tres.

We're Not Potter


Capítulo Tres.

Callum



Recorrían los enredados pasillos del castillo como si les costase andar, si era que es normal, dado que todos saciaron su hambre con los ricos manjares del desayuno. 

Más que saciar se empacharon hasta que sus estómagos no dieron más de sí. 

Hayley seguía muy de cerca a los chicos de delante, mientras Angela caminaba en silencio a su lado, parecía como si la comida se hubiera comido sus palabras.

Descendían por las escaleras mientras la morena se extrañaba, no entendía si la clase se impartía fuera del castillo hasta que se dirigieron al área de las mazmorras. Hayley no entendió nada, el ambiente era más sombrío, las paredes parecían gotear maldad. De pronto un escalofrío recorrió su espalda, lo único que iluminaba los pasillos que recorrían eran las antorchas pegadas a las paredes, esos focos proyectaban siniestras sombras, de esas de las que dan impresión de querer abalanzarse sobre ti en cualquier momento.

El prefecto les indicó la clase correspondiente, la mazmorra cinco. Todos, confusos, entraron sintiéndose un poco prisioneros, definitivamente no era el lugar más acogedor del castillo, al contrario, el aire frío calaba en los huesos agobiando, sobrecogiendo. Era el lugar perfecto para albergar la morada de la muerte. Hayley entró seguida de Angela, quien solo era capaz de mirar a su alrededor asombrada, muy opuesto a la pequeña O'Brien, a la que el lugar le inspiraba más un sentimiento de funeral que el de clases lectivas. Los de rojos y dorados leones ya se encontraban en la estancia, por lo que buscó a la pelirroja que se hallaba hablando de espaldas a ella, la emoción la embargó así que corrió a abrazarla, sobresaltándola e ignorando las miradas de desdén de los Gryffindor que rodeaban a su mejor amiga, no le importó Cataleya era de ella mucho antes de ser ordenada en la casa escarlata.

-  ¡No sabes cuánto te he extrañado! - Cataleya se río antes de soltarse para poder mirarla.

-  ¿Qué tal tu primera noche en la torre Ravenclaw? - Hayley presentó una expresión agridulce. Cata sabía perfectamente que por muy contenta que ella estuviera en su casa siempre tendría el defecto de la ausencia de la que era como su hermana.

-  Te he extrañado. - repite la morena, queriendo dejar claro su sentimiento de vacío. - Cuando vi que nos tocaba juntas la primera clase casi salto de alegría, aunque por lo que veo a nuestros compañeros no les hace tanta gracias. - la pelirroja se rió mirando a su alrededor.

-  Sí, llevo desde que me desperté escuchando quejas sobre lo de compartir esta clase con vosotros. Aunque creo que os prefieren a los de Slytherin.

-  Vaya consuelo... ¿crees que podremos sentarnos juntas? - antes de que Cataleya pudiera responder la puerta del aula se cerró de un portazo.

Todos los presentes se asustaron. Una mujer relativamente joven entró al aula como una ráfaga huracanada de aire, caminó a paso firme hasta posicionarse de espaldas a su escritorio, y así fijó la mirada en sus nuevos alumnos de primer año, a Cataleya le pareció como si observase a unos corderitos entrando al matadero sin ser conscientes de ello.

-  Siéntense por parejas. - Hayley y Cataleya se aferraron la una a la otra hasta asegurarse de que se sentarían juntas. Una vez todos estuvieron acomodados la morena le sonrió a Angela, quien estaba sentada a su lado y tenía por pareja a un chico muy rubio de Gryffindor. La pelirroja sin embargo comenzó a analizar a su profesora, la voz firme de la mujer le había impresionado para el aspecto inofensivo que poseía.

Realmente lucía como 1'60 cm de bondad, la típica mujer de 40 y pico años que tiene alma de abuelita caritativa. Tenía el pelo con bastantes canas tempranas, el cual llevaba recogido en un moño demasiado perfecto, la túnica negra combinada con las ropas del mismo color no inspiraban tanta calidez como el aspecto bonachón de la mujer, quien ahora había adoptado una expresión fría seguida de una pose de defensa, es decir, con los brazos cruzados. Era muy contradictorio.

-  Bien. Soy la profesora Beverly Crawford y este año os impartiré la asignatura de Pociones. - su tono duro atemorizó a más de un alumno.

Los perceptibles susurros de la emoción de la primera clase se acallaron instantáneamente. Ambas muchachas se percataron de la intrépida acción de Angela de levantar la mano. La profesora Crawford la miró con una expresión gélida que la joven no pareció percatar.

-  ¿Sí, señorita...?

-  Me llamo Angela Burrel. Tengo una pregunta... - pareció vacilar unos instantes, por fin ella también se ha dado cuenta del glacial ambiente que ha creado la profesora. - He leído que esta asignatura fue impartida durante muchos años por el profesor Severus Snape, al que se ha tildado de ser el mejor profesor de Pociones que ha habido en Hogwarts, ¿no se siente presionada por el semejante nivel que el señor Snape ha dejado en su disciplina? - todos se paralizaron, casi se podía escuchar el viento congelado fluír. La mirada que le propinó la señora Crawford a Angela casi le dolió hasta a Hayley.

-  Y ya han descubierto, señoritos, porqué no me gustan los Ravenclaw. - la risa surgió estridente en los alumnos de Gryffindor.

Cataleya no colaboró en la burla, la señora Crawford se había excedido con la pobre Angela, aunque decirle eso al hueso que se les había presentado no había estado demasiado acertada. La cara de Burrel se tornó de un rojo tan intenso que parecía haberse pintado la cara con la bandera Gryffindor. Se encogió en su asiento mientras deseaba desaparecer.

-  Bien hecho cerebrito, tú haz méritos para que Ravenclaw pierda puntos, nos lo vas a poner muy fácil para que ganemos la copa de las casas este año. - le susurra mordaz su compañero mientras sonríe. Angela se remueve nerviosa, entonces las dos chicas que están a su lado ven sus ojos aguados por retener las lágrimas.

-  ¡Eh Adams! No te vuelvas a meter con ella o raparé tu melena de spaguetti. - le grita por lo bajo Cataleya. Él retrocede aún con la expresión de superioridad en el rostro. La muchacha le sonríe agradecida por defenderla contra alguien de su propia casa.

Tras el nuevo silencio de los murmullos, esta vez provocados por el corte de la profesora a Angela, la atención volvió a la canosa profesora. Entrecerró los ojos, parecía analizar a cada uno de los individuos de la estancia.

-  Suponiendo que no estoy tratando con los bebés de mandragora del profesor Longbottom, pienso que mis alumnos se habrán leído los libros de la asignatura, ¿quién puede decirme qué relación existe entre el acónito y la luparia? - Cataleya caviló unos instantes antes de levantar la mano dudosa. Sabía que si se equivocaba recibiría otra vejación por parte de Crawford. - ¿Sí señorita MacPherson? - Cataleya se quedó en blanco momentáneamente, ¿cómo era posible que la conociera si era su primera clase?

-  Ambas plantas son lo mismo, mi abuela las recolectaba en Escocia ya que son originarias de allí. Sus flores moradas son muy útiles para la elaboración de pociones, al contrario de sus hojas, las cuales son muy tóxicas. - la profesora no apartaba la vista de ella, pero Cataleya no se permitió que la intimidara.

Mantuvo el porte hasta que Crawford sonrió, pero su sonrisa se parecía más a cuando las víboras sacaban los colmillos para inyectar el veneno a su víctima, que a una sonrisa humana. Se sentó sobre su escritorio con naturalidad, ¿dónde quedaba la mujer cálida de la primera impresión?

-  Efectivamente MacPherson, veo que... de momento, está a la altura de su apellido. - fue a sentarse a su silla mientras se examinaba las uñas con un aire de supremacía. - Abrid los libros en la página 13, vamos a hacer que aprendan algo útil de una vez, ya se ha aplazado demasiado su instrucción.

Así obedecieron todos sin rechistar. El silencio solo era interrumpido por la voz de la profesora, quien se limitaba a leer el contenido de dicha página, pero cuando hacía una pausa Hayley podía jurar que se escucharía el sonido de un alfiler al caer. Mientras Cataleya aprovechó para inspeccionar el aula. 

Curiosa, muy curiosa, y muy lúgubre. Crawford fue a su despacho para buscar algún tipo de brebaje para mostrarles. Angela les llamó discretamente. Ambas muchachas se giraron para atender a la anteriormente avergonzada Angie.

-  ¡Es una mediocre! Me humilla a mi por preguntarle por el profesor Snape, y ella acaba de preguntarnos lo mismo que preguntó él el primer año en el que Harry Potter estuvo en Hogwarts, ¡es estúpida! - Angela parecía furiosa. - ¡Vamos! ¡Está copiando la actitud y enseñanzas de Severus Snape! - Cataleya rió lo más discretamente posible mientras la profesora irrumpió de nuevo en la estancia.

La señora volvió con un tarro translúcido en cuyo interior se hallaba un líquido verde y viscoso fluorescente, se lo entregó al primero de la primera fila para que se lo pasaran hasta el último. Hayley pensó en lo que le había dicho su compañera de casa, Beverly Crawford copiaba a su antecesor, ¿por qué? Si renegaba de él, ¿por qué copiar sus frases y sus métodos? Eso le hizo volver a pensar lo poco que conocía la historia del mundo mágico, incluso del gran elegido, Harry Potter. Decidió que iría a la biblioteca a investigar un poco. 

Cataleya mientras leía el libro atentamente, tratando de sacar algunas conclusiones por sí misma hasta que llegó la sustancia verde desconocida, la examinó y trató de descubrir sus componentes.

La clase transcurrió llena de preguntas complejas cuyo único fin es hacerles parecer unos ignorantes. Cuando finalizó las tres chicas salieron de ahí suspirando, para ser la primera había sido cual paliza. Salieron todos en fila, sin hablar hasta traspasar la puerta de la mazmorra. Se apresuraron hasta llegar al primer piso donde relajaron el paso aún algo tensos por la mirada penetrante de Crawford. Cataleya se dedicó a preguntarle más a Angela por el tal Severus Snape, sentía mucha curiosidad acerca de él. Mientras Hayley se ensimismaba en los cuadros del castillo, los cuales parecían gifs, pero no lo eran en absoluto.

De pronto la muchacha se vio en el suelo, alguien que no había sido ella misma, la había tirado. Un chico le tendió una mano ayudando así a que se levantara, se sacudió la falda y miró al chico desconocido con uniforme de Hufflepuff y la insignia de prefecto brillando en su túnica. Otra sorpresa la golpeó cuando cruzó la mirada con el tejón.

-  ¿Callum?

-  ¿Hayley?

El chico repentinamente también terminó chocando contra las frías baldosas tras sentir un fuerte golpe en su hombro. Miró hacia arriba aturdido viendo la pelirroja cabellera de una chica de Gryffindor de primer año.

-  ¿Qué crees que haces niña? - preguntó él frotándose la cabeza por el golpe recibido, levantándose y posicionándose frente a Cataleya.

-  ¡Imbécil! ¡Casi la matas! Mira por donde andas birollo. - él se quedó perplejo ante la osadía de la desconocida. Hayley se rió tras ellos atrayendo la atención.

-  Cataleya, te presento a mi primo Callum. Callum, ésta es mi ángel de la guarda, Cataleya.   


~♤~



Primer día de clases para Callum Ollard. Cada año, los primeros 
días de la llegada a Hogwarts eran emocionantes.

Sin embargo, era el primer año en el que desempeñaba el papel de 
Prefecto de su casa, Hufflepuff. Ese día se había levantado temprano para ayudar a los alumnos de primer año a acostumbrarse un poco a la vida en el castillo. A primera hora le tocaba Historia de la Magia y se había asegurado de tener todo en orden para poder guiar a los primerizos Hufflepuff hasta su primera clase.

A pesar de ser novato en la experiencia de ser el responsable de su casa, se estaba esforzando. Llevaba dos años enamorado de aquel ambiente hogareño y cálido, y deseaba por encima de todo que todo funcionase de la mejor manera posible.

Quería recordar ese año como el año en el que Hufllepuff resplandecería y destacaría.

Así que se lo tomó con calma al ver que todos los alumnos estaban cumpliendo sus deberes mañaneros.

Una vez en el Gran Comedor, se tomó un par de minutos para decir unas palabras a los recién llegados.
-   
      - Muy buenos días a todos, especialmente a nuestros nuevos compañeros que llegaron ayer por primera vez al castillo. Será un placer para mí el poder ayudaros en cualquier duda que tengáis sobre el castillo, las clases o los profesores. Mi nombre es Callum Ollard y es mi primer año como prefecto de esta casa. Ahora me dirigiré a los alumnos de primer año para recordarles unas cuantas normas básicas…- no pudo terminar la oración, puesto que una magdalena de zanahoria impactó de lleno en su cara.

Toda la mesa se quedó completamente en silencio durante unos
 segundos, observando a dos chicas sentadas una en frente de la otra, discutiendo en un tono que Callum clasificó como de exteriores.

-       -   ¡Tú eres la rara! ¡Estúpida granjera! ¡Vuélvete a Italia a recoger mierda de dragón! - gritó la primera, una chica de pelo castaño claro y largo, peinado en una coleta alta.

La otra chica, de pelo rubio, largo y un poco rebelde, soltó una carcajada amarga y le lanzó un bollo relleno de crema, que explotó al colisionar con la cabeza de la otra chica, que se había quedado paralizada, sin creerse lo que la rubia había hecho.

 -Oh, tú no te has atrevido. No me lo creo.

 -Créelo, idiota. ¿Se te han bajado los humos ya?

Nadie en toda la mesa amarilla y negra podía creerse lo que aquellas dos chicas desataron.

La primera y gran guerra de comida entre tejones. Duró como dos minutos hasta que Callum puso fin a dicha estupidez.

Tomó a la chica castaña de segundo año y comenzó a buscar con la mirada a la rubia, pero había desaparecido.

Regañó a la chica que consiguió retener y le impuso como castigo recoger lo que habían manchado.

-        -  ¿Cuál es el nombre de la chica que tiró el bollo?- le preguntó a la alumna de segundo año.

-       -   Nerissa Alazio. Es de segundo año, como yo.- contestó a regañadientes, continuando con su tarea de limpieza.

Sin más, Callum decidió simplemente buscar a la rubia cuando tuviese tiempo, en lugar de dejar sus responsabilidades de lado por imponer un castigo a una alumna.

Ya lo haría cuando la viese.

-        -  Parece que eso de ser autoritario no se te da muy bien, Cal.- bromeó su mejor amigo, Ashton.

-        -  Cállate. No es tan fácil como lo pintan.- gruñó el chico de ojos azules, malhumorado. Primer día en Hogwarts y lo primero que le ocurría en la mañana era ser golpeado por una magdalena.

-         - Venga, no te pongas así. Al menos tuviste la suerte de que te la lanzó una chica. Es lo más cerca que has estado de que una rubia te haga caso, ¿Me equivoco?- rio su amigo, palmeándole la espalda.

-        -  Deja de ser tan capullo, ¿Quieres?

Historia de la magia se impartía en una de las aulas de la segunda planta, por lo que no se trataba de un camino excesivamente largo desde el Gran Comedor.

Durante el camino se cruzaron un par de alumnas de Slytherin de segundo año yendo hacia su primera clase.

Entonces el prefecto se percató de una cosa. Parte de su trabajo era memorizar los horarios de los alumnos para saber en qué lugar se encontrarían en caso de alguna evacuación de emergencia.

Y por lo tanto, sabía dónde estaría la chica rubia en ese momento.

-        -  ¡Es cierto! ¡Tiene Encantamientos ahora!- exclamó, confundiendo a su acompañante.

-        -  ¿Estás dormido todavía? Tenemos Historia de la magia, Callum.

El castaño empezó a correr escaleras abajo.

-        -  Lo siento, Ashton, tengo que hacer una cosa.

A una velocidad que casi no se creía, corrió hacia el aula de Encantamientos, dónde estaban congregados unos cuantos alumnos de Slytherin y Hufflepuff.

Buscó rápidamente con la mirada hasta dar con aquella cabellera dorada. No fue difícil, pues resplandecía y destacaba entre el resto de tonos oscuros.

-       -   ¿Nerissa Alazio?- pronunció alto y claro, haciendo que la mayoría de los alumnos se diesen la vuelta, excepto ella. Algunos pasearon la mirada desde el prefecto a la chica, que viéndose sin escapatoria simplemente se giró para encarar al nuevo prefecto.

Al ver la expresión del mayor, se dio cuenta de que iba a caerle un gran castigo. Así que hizo acopio de todo su valor, le dedicó una deslumbrante sonrisa que dejó paralizados a todos los alumnos presentes.

Sus compañeros de clase nunca habían visto a Nerissa sonreír de esa manera.

Y aprovechando que todos estaban desconcertados, llevó a cabo su maniobra de escape.

Comenzó una carrera por el pasillo en dirección contraria a su perseguidor, al cual le llevaba tan solo cinco segundos de ventaja.

Aprovechando una de las esquinas de los pasillos, se escondió en uno de los armarios de la limpieza.

Esperó pacientemente a que terminasen las clases, puesto que si algún profesor la veía, tendría más problemas que un patético castigo.

Cuarenta y cinco minutos después, salió lentamente de su escondite.

Imaginó que el prefecto había desistido en su tarea de buscarla, así que caminó con tranquilidad por los pasillos, de vuelta a su siguiente clase.

Callum, en lugar de volver y tomar su primera clase, siguió buscando a la alumna problemática por el castillo. En primer lugar, por haber huido del prefecto de su casa. Y en segundo lugar, por faltar a la primera clase.

Por desgracia, tenía la sensación de que no sería el único problema que tendría con esa alumna.

Veinte minutos después, empezó a darse por vencido, pues no tenía ni idea de dónde podría haberse metido la rubia.

Entonces, una manada de alumnos llenaron los pasillos de la primera planta. Decenas de chicos y chicas con libros caminaban atropelladamente, empujándose unos a otros.

Iba a poner orden para que nadie se hiciese daño cuando alguien chocó con él, empujándole levemente. Cuando miró hacia abajo, se dio cuenta de que había tirado sin querer a una alumna de pelo castaño oscuro, que llevaba un uniforme de la casa Ravenclaw. Apenado, le tendió una mano para ayudarla a levantarse.

-        -  Lo siento mucho, no era mi intención tirarte al suelo.- se disculpó el castaño. La chica levantó la mirada y ambos se quedaron completamente sorprendidos.
-       -   ¿Callum?
-
        -  ¿Hayley?- la voz del chico fue un tono más aguda de lo normal debido a la sorpresa.

Él chico repentinamente también terminó chocando contra las frías baldosas tras sentir un fuerte
golpe en su hombro. Miró hacia arriba aturdido viendo la pelirroja cabellera de una chica de
Gryffindor de primer año.

     ¿Qué crees que haces niña? - preguntó él frotándose la cabeza por el golpe recibido, levantándose y posicionándose frente a Cataleya.

     ¡Imbécil! ¡Casi la matas! Mira por donde andas birollo. - él se quedó perplejo ante la osadía de la desconocida. Hayley se rió tras ellos atrayendo la atención.

     Cataleya, te presento a mi primo Callum. Callum, ésta es mi ángel de la guarda, Cataleya.- la pequeña O´Brien abrió mucho los ojos y en su rostro apareció una enorme sonrisa.

-        -     ¿No estabas en un internado en Escocia?- le preguntó a su primo.

-          Bueno… Hogwarts también es un internado.- el prefecto sonrió con falsa inocencia. No podía decirle que tenía prohibido hablar con ella sobre magia desde que eran pequeños.

Hayley fingió creerle tan solo porque estaba realmente contenta por volver a ver a su primo después de tantos años.

-       -   ¿En qué casa estás?

-        -  Soy prefecto de Hufflepuff.- admitió el mayor, sonrojándose un poco. Todavía no se acostumbraba al cargo que ejercía.

Su prima le dedicó una sonrisa maravillada.

-       -   ¿Qué haces aquí, a todo esto? ¿No deberías estar en clase?

Aquella pregunta por parte de la pelirroja le devolvió al mundo real, dónde perseguía a una escurridiza niña problemática de segundo año que iba causando estragos por donde podía.
Su sonrisa se enfrió y buscó con la mirada aquella cabellera característica de la chica de segundo año, sin éxito.

-         - Se suponía que iba a castigar a alguien por lo de esta mañana en el desayuno, pero se ha escaqueado.- suspiró y se llevó los dedos índice y pulgar al puente de la nariz, pellizcándolo suavemente con la intención de calmarse un poco.

-        -  Nosotras deberíamos ir a nuestra siguiente clase, la verdad.- Cataleya estaba impaciente. Su siguiente clase empezaba en diez minutos y no quería llegar tarde ya el primer día.

-        -  Es cierto, Cata. Primer año, Ravenclaw, Callum. No lo olvides y ven a verme de vez en cuando.- la pequeña castaña se despidió de su primo con un dulce beso en la mejilla y se alejó junto a su amiga.

Aquello dejó una sonrisa permanente en el rostro del prefecto. Había echado de menos a su prima. Y aunque tenían muchas cosas de las que hablar, se sintió afotunado porque tendrían años para hablar de todo y más en el castillo.

Continuará...


                                                                ~♤~

¡Bueno, bueno! He aquí el prometido tercer capítulo del fanfic.

He de decir que estamos muy contentas porque se ha unido un nuevo miembro a la plantilla, Nés, nuestro ilustrador privado. Nos deleitará con fanarts, al igual que nuestra querida Nun. Sus obras las podréis encontrar en el apartado "Fanarts", el cual hemos dedicado exclusivamente a ello. Si alguien nos quiere enviar algún trabajo propio podréis encontrar nuestra información personal en la página donde lo estipulamos. Espero que os guste el tercer capítulo. 
¡Val fuera!


Abracitos de

Las Nuevas Merodeadoras


martes, 29 de noviembre de 2016

Capítulo Dos.

We're Not Potter

Capítulo Dos.

La Ceremonia de Selección.

- Bienvenidos a la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.

Hayley y Cataleya escuchaban atentamente las palabras del hombre que se había alzado frente a todos los alumnos de primer año en cuanto alcanzaron la escalera principal del vestíbulo del colegio.
Era un hombre alto y delgado, de grandes ojos redondos y sonrisa bonachona, con la cabeza calva y brillante como una bola de billar. Llevaba una pequeña barba con perilla cuidadosamente recortada, y las arruguitas de los ojos y la boca, que se hundían y profundizaban cuando sonreía, le hacían parecer aún más amistoso.

- Soy el Profesor Downey. Sebastian Downey.

- Es el director adjunto - le susurró Hayley a su amiga tras darle un pequeño codazo. - lo ponía en la carta.

- Espero que el viaje en tren y el pequeño trayecto en barca hayan sido de su agrado, alumnos. - se cogió las manos por delante del torso, frotándose los dedos. - En unos instantes, dará comienzo la ceremonia de Selección de Casas. Les iré llamando uno a uno, se sentarán en el taburete del atril y les pondré el Sombrero Seleccionador, que les escogerá su nueva casa. Después les retiraré el sombrero, y ustedes irán con sus nuevos compañeros de casa. Para aquel joven mago que no lo sepa, existen cuatro casas en Hogwarts: Gryffindor, hogar de los más valientes leones,  los osados, quienes son poseedores de temple y caballerosidad, alzándose en rojo y dorado. Hufflepuff, los fieles y amistosos tejones, siempre honestos y amables brillan en negro y amarillo. Ravenclaw, hogar de los eruditos, curiosos, ingeniosos e inteligentes águilas azules y plateadas. Y finalmente, Slytherin, donde se encuentran los poderosos, los líderes, los ambiciosos y determinados, con su serpiente plateada y verde. Ninguna casa es mejor que otra, todas tienen su magia, por supuesto. -se rió de su propia gracia antes de continuar. - Pero deben saber, jóvenes alumnos, que una casa es más que un conjunto de dormitorios. Una casa es un hogar. El lugar al que ir cuando no hay otro sitio. Donde estarán sus nuevos hermanos y hermanas. Será su nuevo corazón, parte de ustedes. Su equipo, su representación y su orgullo. Su casa, lo será todo para ustedes. Así que hagan lo posible por honrarla a ella y a su jefe de casa.

- Ojalá me toque Slytherin... - susurró Cataleya pensativa cuando el profesor Downey se dio la vuelta. - Ambición, poder, serpientes...

Hayley aguantó la risa ante la ensoñación de su amiga. Ella aceptaría cualquiera de las cuatro. Todas le parecían increíbles, y aquella que le fuese escogida, sería la indicada e indiscutible.

El profesor Downey abrió la puerta a lo que después conocerían como Gran Comedor. Era una enorme sala dividida por cuatro mesas adornadas cada una con dos colores -los colores de las casas- y llenas de chicos y chicas de cursos más avanzadados que anteriormente habían pasado por aquella ceremonia. Cuchicheaban y señalaban hacia el grupo de los novatos, que avanzaban cabizbajos en su mayoría por el pasillo central hasta el atril. Allí esperaron por el profesor Downey.

- Margot Jonhson. - llamó.

Una chica menuda y regordeta, con el cabello castaño encrespado como un trapo sucio andó despacio hacia el atril. Tragó saliva, temblorosa, y cuando el profesor alzó el sombrero, se sentó en la banqueta.

El profesor Downey dejó el viejo y andrajoso sombrero sobre su cabeza, y sus pliegues temblaron y tomaron la satírica forma de un rostro arrugado.

- Hum... - dijo con voz ronca y fluida. - ¡Vaya! No hay duda... ¡Hufflepuff!

Los alumnos de una de las mesas del fondo, adornada de amarillo y negro, se pusieron en pie dando golpes y palmas, silbando y gritando eufóricos. Aquella era la mesa de los fieles Hufflepuff.
Hayley se quedó mirando fijamente a los integrantes, y vislumbró, cerca de la cabecera, a la chica rubia del andén. Estaba hablando muy animadamente con un chico de cabello castaño que aplaudía a Margot a su lado.

- Robin Murphy. - aclamó esta vez el profesor Downey.

Un muchacho alto y esbelto, de cabello rubio y brillantes ojos aguamarina, avanzó con seguridad hacia el atril, sin temblar ni dudar un segundo.

- Ese es guapo. - dijo Cataleya con una sonrisa torcida. - Qué ojazos tiene.

Esta vez, el sombrero no fue tan veloz en dar su respuesta, sino que se demoró al menos un minuto.

- Vaya... hum... el orgullo y ambición de todo un Slytherin se oculta aquí... pero también lealtad... y mucho valor... hum... ¡Ya está! ¡Serás un estupendo... Gryffindor!

La mesa de rojo y dorado rugió a la afirmación del sombrero y recibió con los brazos abiertos a su nuevo integrante, que Cataleya apodó como Ojitos. A ambas chicas les gustó el espíritu de aquella casa, fuerte y orgullosa, pero no podían adelantarse a los acontecimientos: debían esperar su turno.

Downey fue llamando uno a uno a todos los alumnos de primer año, que se fueron desparramando entre las cuatro ruidosas mesas, hasta que por fin, llegó el turno de la pelirroja.

- Cataleya MacPherson.

Hayley le dio un último apretón en la mano y una palmada en el hombro. Su amiga giró el rostro y le sonrió enseñando los dientes sin dejar de avanzar, con la barbilla alzaba y con decisión, hacia su destino.

El sombrero cayó sobre su coronilla con suavidad.

- ¡Vaya, qué tenemos aquí! ¡Una MacPherson! Una pequeña serpiente... puedo sentir tu  gran poder, pequeña. Serías una ideal Slytherin.

- ¡Bien! - exclamó ella excitada. Era justo lo que quería.

- Pero... también hay astucia en ti. Y una fuerte lealtad... hay valor, hay compañerismo... hay un león que espera ser despertado... ¡Sin duda eres una Gryffindor!

- Espera, espera, ¿¡Qué!? - pensó casi saltando de la banqueta. - ¡Yo quería serpientes! ¡Serpientes! - frunció los labios, pero no pudo evitar sonreír de puro gozo, mostrando sus perlados dientes.

Un león dormido... le gustaba como sonaba eso. Vibrante. Es cierto que le hubiese gustado ser una Slytherin, claro, pero... miró a sus compañeros hacerle señas para que se uniese a ellos y rió.

Se giró una última vez hacia su mejor amiga y le sonrió mientras iba hacia sus nuevos compañeros de casa.

Bueno... quizás los leones de Gryffindor no estuviesen tan mal.
El tiempo pasaba y los alumnos también. A penas quedaban un puñado cuando finalmente llamaron a la morena al atril.

- Hayley O'Brien.

Un suave murmullo recorrió la sala cuando el profesor la llamó al atril.

Subió, temblorosa y asustada, bajo la atenta mirada de toda la sala. El Sombrero Seleccionador cayó sobre su cabeza.

- ¡Pero qué tenemos aquí! ¡Si es la pequeña O'Brien!

Al principio Hayley se sorprendió de que la reconociese, o de que conociese su familia, de origen irlandés, pero luego recordó las palabras de su padre semanas antes. Toda su familia paterna había pasado por ahí.

Y entonces, ella también.

- Hola señor Sombrero. - susurró con una sonrisa.

- Hum... eres sorprendente, pequeña. - dijo entonces. - Hay valor en ti... hay fuerza de voluntad. Podrías acompañar a tu amiga con los leones pero... también hay lealtad pura, un fuerte sentimiento de amistad... ¡No! ¡Espera! Incluso hay poder en ti. Hay... hay... - entonces se cayó unos minutos. Uno... dos... no añadía nada más.

- ¿Señor sombrero? Creo que se ha roto. - murmuró hacia el profesor, que observaba con el ceño fruncido.

- Hay algo que descansa en ti, pequeña. Eres algo ambicional, un espíritu de liderazgo sediento... pero batalla con una palpable astucia y desmesurada curiosidad... dime, ¿Serías un águila... o quizás una serpiente?

Hayley se quedó petrificada.

¿Le estaba dando a escoger?

Abrió la boca para contestar, pero antes de que las palabras abandonasen su garganta, el Sombrero habló:

- ¡Ravenclaw!

Los gritos y aplausos la recibieron con calidez. Se sentía orgullosa de sí misma, de no haber contestado a tiempo. Un sentimiento de tristeza, leve pero constante, anidó en su pecho cuando buscó a su mejor amiga con la mirada.

Casas distintas. Creciente vacío.

Pero no quería permitirse estar triste. ¡Jamás! Ahora era una Ravenclaw, orgullosa, y defendería su casa con uñas y dientes. Un muchacho alto, de cabello castaño y mirada cálida le sonrió y le guiñó un ojo. Sintió sus orejas enrojecer.

Pero tardaría mucho en descubrir que en aquellos momentos, Cataleya iniciaba su secreto plan de mejor amiga:

Ser la Nueva Celestina, y encontrarle un buen chico a su mejor amiga.

Y ninguna de las dos podría nunca sospechar los descabellados resultados de aquel plan astracanado.

~♤~

- Por aquí.

Cataleya seguía de cerca a su prefecto, un muchacho de larga cabellera pelirroja que se llama Mercury, o algo así, colegio arriba, intentando distraerse lo menos posible, algo complicado dada la palpable magia del lugar.

La cena había sido deliciosa.

Cuando todos se habían sentado y la Ceremonia hubo acabado, el profesor Downey retiró la banqueta con el sombrero y regresó velozmente a sentarse a una larga mesa al fondo de la sala. En el centro, en una gran silla, se erguía una hermosa mujer de cabello corto, pelirrojo y bañado en canas, con los ojos brillantes como los de un niño: la directora Weasley. A su derecha, el profesor Downey, y a su izquierda, una mujer de cabello castaño claro, largo y perfectamente rizado.

La mesa de profesores.

La profesora Weasley se puso en pie y con una brillante sonrisa, barrió las mesas.

- Bienvenidos, jóvenes y antiguos alumnos, un año más a Hogwarts. Sabemos perfectamente que estamos en tiempos difíciles, tiempos oscuros... y que Hogwarts ha tomado, junto al resto de escuelas europeas, numerosas medidas para protegeros. - su mirada se enfrió. - Pero el peligro está ahí fuera, y debéis tenerlo presente. Procurad ir siempre acompañados, sobre todo cuando salgáis del edificio. Los jugadores de Quidditch serán duramente sancionados si vuelan fuera de los parámetros permitidos y, por supuesto, está estrictamente prohibido adentrarse en el Bosque Prohibido.

Después explicó una cosa llamada "Copa de las Casas", que era algo así como un premio a la mejor casa del curso, y luego hizo bibidi babidibú y un montón de comida de todo tipo se materializó sobre todas las mesas.

Y comió hasta no poder más.

Torcieron a la izquierda varias veces y llegaron a las escaleras.

- Cuidado, - avisó Mercury al puñado de alumnos de primer año. - las escaleras se mueven.

Y en cuanto cerró la boca, un piso entero de escalones vibró y se retorció hacia un lado.

- Exactamente así.

Subieron por un trecho de escalones, procurando que no se moviesen mientras estuviesen ahí. Cata pensó en Hayley, y se la imaginó perdida en aquellas escaleras como si lo estuviese viendo ahora mismo.

Las enormes y altísimas paredes que había a ambos lados, llenas de paisajes y retratos, tenían vida propia. Casi pudo apreciar a un caballero con perfecta armadura silvarle y guiñarle un ojo.

Después de muchas escaleras y un pequeño problema técnico mágico, Mercury se plantó frente el enorme retrato de una mujer un poco... así como gorda. La mujer del cuadro les miraba expectante, con una copa de vino en una mano y los labios perfectamente pintados de rojo cereza.

- Contraseña. - dijo entonces.

Sana sana, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana. - dijo Mercury con seriedad.

Cataleya tuvo que morderse las mejillas por dentro para no explotar a carcajadas. ¿Qué clase de contraseña era aquella? Aquella casa de locos le gustaba cada vez más.

La mujer asintió, y tras un "pasad" de voz estridente, el cuadro se movió como una puerta hacia el interior. Eso le recordó a la pelirroja que debía planear con Hayley una expedición de pasadizos por el castillo y sus alrededores. Seguro que le encantaba la idea.

Al pasar, se encontró una enorme sala de amplios techos de madera gobernada por una chimenea encendida, con cálidas alfombras rojas y doradas decorando los suelos y múltiples sofás y sillas distribuidos estratégicamente. Además, la temperatura de la sala, independientemente de sus dimensiones y el pequeño fuego de la chimenea, era muy agradable.

Con dos dedos se aflojó la corbata y estudió con la mirada el amplio lugar.

- Esta, - empezó Mercury. - es la sala común de Gryffindor. Algo así como un salón común para todos. Por allá, - dijo señalando al fondo, hacia dos puertas que daban a escalinatas. - se accede a los dormitorios. Por la izquierda al masculino, y por la derecha al femenino. Debéis dormir siempre en vuestra habitación.

Dicho esto, dio una palmada y les deseó las buenas noches justo antes de abandonar la sala. Su trabajo había acabado, y seguramente estaba deseando ver a sus amigos de toda la vida.

Y ahí estaba Cataleya, plantada en el centro de una alfombra, pensando en cuál sería la forma más sigilosa de robarla para ponerla en su salón en Londres, donde quedaría divina, pero no encontró ninguna. En un pequeño momento de distracción cruzó miradas con el chico de deslumbrante mirada de la ceremonia, y este le sonrió, mostrando una perfecta dentadura, pero en seguida desvió la mirada para centrarse de nuevo en la conversación, dejando a la pelirroja sola de nuevo, ensimismada en sus pensamientos.

Echaba de menos a sus padres, a su gato, su casa en Londres, sus amigos de toda la vida,... y echaba de menos a Hayley, que lo más seguro es que estuviese, a su vez, en su sala común, puede que pensando en ella.

... ¿Y si desarrollaban poderes psíquicos para hablarse desde su mente?

Sonrió levemente por su alocada idea y decidió que sería bueno dormir. Mañana sería un día largo, y era totalmente consciente que acabaría tan estresada por su mejor amiga y su absurda torpeza, que acabaría calva.


Subió las escaleras y entró a su cuarto, que al parecer compartía con tres chicas más que debían estar todavía junto a la chimenea, así que sencillamente abrió su cama -la que más le gustó, justo al lado de una ventana-, se enterró en los cálidos edredones, y se dejó atrapar por el sueño.


~♤~

Hayley abrió los ojos sintiéndose confusa. ¿Dónde estaba? De pronto recordó todo lo que había ocurrido en el emocionante día previo. Sonrió ya sabiendo que estaba en su nueva habitación en la torre Ravenclaw. Madrugar nunca había sido tan placentero. Sus compañeras de estancia, sin embargo, no se levantaban de tan buen humor, todas se vistieron en silencio, un silencio al que Hayley Taylor O'Brien no estaba acostumbrada puesto que en su casa desde que se despertaban el ruido reinaba en el lugar. Trató de estar lista a tiempo, debido a que no se podía permitir que el resto se fuera sin ella o se perdería por el castillo intentando encontrar su clase; lo que no daría muy buena impresión a su profesor. Sin embargo, en cuanto tuvo que colocarse la corbata encontró  la primera dificultad, una de las muchas que esperaba para la mañana. Inmediatamente extrañó a Cataleya, estar separada de ella suponía una gran complicación, pues ya no estaría para ayudarla; comenzó a desear que les estuviera tocado en la misma casa. 

Optó por hacer un nudo chapucero, así que después de coger todo el material necesario para sus clases y saliendo por la puerta revisó su horario. La primera materia era Pociones, ¡compartida con Gryffindor! Deseaba con todas sus fuerzas ver a Cataleya. Siguió finalmente a sus compañeros hasta el gran comedor para ir a desayunar, trató de memorizar el camino para ver si lograba volver a su dormitorio por sí misma, aunque solo logró hacerse un cacao mental de escaleras móviles. Se sentó en la mesa Ravenclaw, dejando, como el resto de alumnos, sus posesiones bajo el banco. Revisó la mesa Gryffindor buscando la roja cabellera de su mejor amiga, en cuanto la localizó sonrió, ella estaba hablando con los que estaban a su alrededor demostrando el carisma que siempre tuvo para ganarse a las personas.

- Disculpa, ¿eres de primer año? - Hayley se vio obligada a prestar atención a una pequeña chica, de ojos castaños y pelo corto negro, que se hallaba sentada a su lado. Asintió mirando fugazmente su nuevo uniforme, que había pasado de ser neutral al de Ravenclaw, - Soy Angela, también soy de primer año. ¿Conoces a alguien aquí? 

- A mi mejor amiga, Cataleya MacPherson, pero ella está en Gryffindor. - miró instintivamente de nuevo a la pelirroja.

- ¿Cataleya MacPherson? ¿De la familia MacPherson de Escocia? ¡Wow! Debe ser maravillosa, y por supuesto una verdadera genialidad en la magia. - Hayley se quedó confusa, ¿por qué la chica opinaba sobre Cataleya sin conocerla? 

- En realidad no, ¿por qué lo dices? - la chica puso los ojos en blanco como si fuera obvio, algo que dejó a la morena más confusa todavía.

- ¡Oh, vamos! ¡Es una MacPherson! Lo he leído todo sobre las grandes familias de la Magia. Lo cierto es que mis padres son muggles... así que cuando me enteré de que estudiaría aquí inmediatamente comencé a estudiar todo lo que pude. - sonrió orgullosa de su hazaña queriendo demostrar que una nacida de muggles era tan válida como el resto. Hayley enseguida lo comprendió, pero ella que también pertenecía a una familia mágica de renombre, no sabía nada. 

- Lo siento es que ambas descendemos de grandes familias mágicas, sin embargo no debes creer que sabemos más que vosotros por ello. En realidad, ni Cataleya ni yo sabemos apenas algo sobre el mundo mágico. - dijo cayendo en la cuenta de que más le valía investigar a fondo su origen.

- ¿Ah así? ¿Y tú eres...? Aún no me has dicho tu nombre. - Hayley le sonrió a modo de disculpa. ¿Dónde estaban sus modales ingleses? 

- Me llamo Hayley O'Brien, encantada. - la chica le tendió la mano a la pelinegra, la cual la aceptó con una expresión de sorpresa absoluta. 

- ¿O'Brien? ¿De los O'Brien de Irlanda? - Hayley asintió. De pronto sobre la mesa aparecieron todo tipo de manjares para desayunar, al igual que la otra noche.

La conversación se dio por finalizada en cuanto todos comenzaron a engullir el desayuno.

CONTINUARÁ...


~♤~


¡Hey, Pottéricos y Pottéricas de todo el mundo! Aquí Nun al teclado como casi siempre. Tengo que disculparme por la larga espera para este capítulo que de hecho es MUY lento, pero es que tuvimos un pequeño problema técnico llamado descordinación. PERO BUENO. Lo importante es que estamos aquí ahora y ya podéis leer el puñetero capítulo. 

Nos alegra admitir que dado este pequeño problema, el capítulo tres está también escrito casi en su totalidad, así que como recompensa, esperamos poder publicarlo, a mucho tardar, en dos semanas.

Y... bueno... problemas a parte, SE ACERCA LA NAVIDAD. Y sí, para los que lo duden, adoro esta época del año. De hecho, llevo cantando villancicos desde el dos de noviembre. Oh Yeah

¡Bonjour Potterheads! Cómo bien ha dicho Nun tuvimos un fallo de comunicación, no nos entendimos muy bien... pero estamos de vuelta y con más fuerza que nunca. Esperamos que disfrutéis del capítulo y que el frío y la lluvia no os estén fustigando demasiado. 

Os deseo una buena navidad, en el corte inglés ya lo es, y como regalo pedimos que nos compartáis y comentéis. 😊 

¡Val fuera!


Besos de

Las Nuevas Merodeadoras

Aldo, Val y Nun <3 ALWAYS