martes, 29 de noviembre de 2016

Capítulo Dos.

We're Not Potter

Capítulo Dos.

La Ceremonia de Selección.

- Bienvenidos a la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.

Hayley y Cataleya escuchaban atentamente las palabras del hombre que se había alzado frente a todos los alumnos de primer año en cuanto alcanzaron la escalera principal del vestíbulo del colegio.
Era un hombre alto y delgado, de grandes ojos redondos y sonrisa bonachona, con la cabeza calva y brillante como una bola de billar. Llevaba una pequeña barba con perilla cuidadosamente recortada, y las arruguitas de los ojos y la boca, que se hundían y profundizaban cuando sonreía, le hacían parecer aún más amistoso.

- Soy el Profesor Downey. Sebastian Downey.

- Es el director adjunto - le susurró Hayley a su amiga tras darle un pequeño codazo. - lo ponía en la carta.

- Espero que el viaje en tren y el pequeño trayecto en barca hayan sido de su agrado, alumnos. - se cogió las manos por delante del torso, frotándose los dedos. - En unos instantes, dará comienzo la ceremonia de Selección de Casas. Les iré llamando uno a uno, se sentarán en el taburete del atril y les pondré el Sombrero Seleccionador, que les escogerá su nueva casa. Después les retiraré el sombrero, y ustedes irán con sus nuevos compañeros de casa. Para aquel joven mago que no lo sepa, existen cuatro casas en Hogwarts: Gryffindor, hogar de los más valientes leones,  los osados, quienes son poseedores de temple y caballerosidad, alzándose en rojo y dorado. Hufflepuff, los fieles y amistosos tejones, siempre honestos y amables brillan en negro y amarillo. Ravenclaw, hogar de los eruditos, curiosos, ingeniosos e inteligentes águilas azules y plateadas. Y finalmente, Slytherin, donde se encuentran los poderosos, los líderes, los ambiciosos y determinados, con su serpiente plateada y verde. Ninguna casa es mejor que otra, todas tienen su magia, por supuesto. -se rió de su propia gracia antes de continuar. - Pero deben saber, jóvenes alumnos, que una casa es más que un conjunto de dormitorios. Una casa es un hogar. El lugar al que ir cuando no hay otro sitio. Donde estarán sus nuevos hermanos y hermanas. Será su nuevo corazón, parte de ustedes. Su equipo, su representación y su orgullo. Su casa, lo será todo para ustedes. Así que hagan lo posible por honrarla a ella y a su jefe de casa.

- Ojalá me toque Slytherin... - susurró Cataleya pensativa cuando el profesor Downey se dio la vuelta. - Ambición, poder, serpientes...

Hayley aguantó la risa ante la ensoñación de su amiga. Ella aceptaría cualquiera de las cuatro. Todas le parecían increíbles, y aquella que le fuese escogida, sería la indicada e indiscutible.

El profesor Downey abrió la puerta a lo que después conocerían como Gran Comedor. Era una enorme sala dividida por cuatro mesas adornadas cada una con dos colores -los colores de las casas- y llenas de chicos y chicas de cursos más avanzadados que anteriormente habían pasado por aquella ceremonia. Cuchicheaban y señalaban hacia el grupo de los novatos, que avanzaban cabizbajos en su mayoría por el pasillo central hasta el atril. Allí esperaron por el profesor Downey.

- Margot Jonhson. - llamó.

Una chica menuda y regordeta, con el cabello castaño encrespado como un trapo sucio andó despacio hacia el atril. Tragó saliva, temblorosa, y cuando el profesor alzó el sombrero, se sentó en la banqueta.

El profesor Downey dejó el viejo y andrajoso sombrero sobre su cabeza, y sus pliegues temblaron y tomaron la satírica forma de un rostro arrugado.

- Hum... - dijo con voz ronca y fluida. - ¡Vaya! No hay duda... ¡Hufflepuff!

Los alumnos de una de las mesas del fondo, adornada de amarillo y negro, se pusieron en pie dando golpes y palmas, silbando y gritando eufóricos. Aquella era la mesa de los fieles Hufflepuff.
Hayley se quedó mirando fijamente a los integrantes, y vislumbró, cerca de la cabecera, a la chica rubia del andén. Estaba hablando muy animadamente con un chico de cabello castaño que aplaudía a Margot a su lado.

- Robin Murphy. - aclamó esta vez el profesor Downey.

Un muchacho alto y esbelto, de cabello rubio y brillantes ojos aguamarina, avanzó con seguridad hacia el atril, sin temblar ni dudar un segundo.

- Ese es guapo. - dijo Cataleya con una sonrisa torcida. - Qué ojazos tiene.

Esta vez, el sombrero no fue tan veloz en dar su respuesta, sino que se demoró al menos un minuto.

- Vaya... hum... el orgullo y ambición de todo un Slytherin se oculta aquí... pero también lealtad... y mucho valor... hum... ¡Ya está! ¡Serás un estupendo... Gryffindor!

La mesa de rojo y dorado rugió a la afirmación del sombrero y recibió con los brazos abiertos a su nuevo integrante, que Cataleya apodó como Ojitos. A ambas chicas les gustó el espíritu de aquella casa, fuerte y orgullosa, pero no podían adelantarse a los acontecimientos: debían esperar su turno.

Downey fue llamando uno a uno a todos los alumnos de primer año, que se fueron desparramando entre las cuatro ruidosas mesas, hasta que por fin, llegó el turno de la pelirroja.

- Cataleya MacPherson.

Hayley le dio un último apretón en la mano y una palmada en el hombro. Su amiga giró el rostro y le sonrió enseñando los dientes sin dejar de avanzar, con la barbilla alzaba y con decisión, hacia su destino.

El sombrero cayó sobre su coronilla con suavidad.

- ¡Vaya, qué tenemos aquí! ¡Una MacPherson! Una pequeña serpiente... puedo sentir tu  gran poder, pequeña. Serías una ideal Slytherin.

- ¡Bien! - exclamó ella excitada. Era justo lo que quería.

- Pero... también hay astucia en ti. Y una fuerte lealtad... hay valor, hay compañerismo... hay un león que espera ser despertado... ¡Sin duda eres una Gryffindor!

- Espera, espera, ¿¡Qué!? - pensó casi saltando de la banqueta. - ¡Yo quería serpientes! ¡Serpientes! - frunció los labios, pero no pudo evitar sonreír de puro gozo, mostrando sus perlados dientes.

Un león dormido... le gustaba como sonaba eso. Vibrante. Es cierto que le hubiese gustado ser una Slytherin, claro, pero... miró a sus compañeros hacerle señas para que se uniese a ellos y rió.

Se giró una última vez hacia su mejor amiga y le sonrió mientras iba hacia sus nuevos compañeros de casa.

Bueno... quizás los leones de Gryffindor no estuviesen tan mal.
El tiempo pasaba y los alumnos también. A penas quedaban un puñado cuando finalmente llamaron a la morena al atril.

- Hayley O'Brien.

Un suave murmullo recorrió la sala cuando el profesor la llamó al atril.

Subió, temblorosa y asustada, bajo la atenta mirada de toda la sala. El Sombrero Seleccionador cayó sobre su cabeza.

- ¡Pero qué tenemos aquí! ¡Si es la pequeña O'Brien!

Al principio Hayley se sorprendió de que la reconociese, o de que conociese su familia, de origen irlandés, pero luego recordó las palabras de su padre semanas antes. Toda su familia paterna había pasado por ahí.

Y entonces, ella también.

- Hola señor Sombrero. - susurró con una sonrisa.

- Hum... eres sorprendente, pequeña. - dijo entonces. - Hay valor en ti... hay fuerza de voluntad. Podrías acompañar a tu amiga con los leones pero... también hay lealtad pura, un fuerte sentimiento de amistad... ¡No! ¡Espera! Incluso hay poder en ti. Hay... hay... - entonces se cayó unos minutos. Uno... dos... no añadía nada más.

- ¿Señor sombrero? Creo que se ha roto. - murmuró hacia el profesor, que observaba con el ceño fruncido.

- Hay algo que descansa en ti, pequeña. Eres algo ambicional, un espíritu de liderazgo sediento... pero batalla con una palpable astucia y desmesurada curiosidad... dime, ¿Serías un águila... o quizás una serpiente?

Hayley se quedó petrificada.

¿Le estaba dando a escoger?

Abrió la boca para contestar, pero antes de que las palabras abandonasen su garganta, el Sombrero habló:

- ¡Ravenclaw!

Los gritos y aplausos la recibieron con calidez. Se sentía orgullosa de sí misma, de no haber contestado a tiempo. Un sentimiento de tristeza, leve pero constante, anidó en su pecho cuando buscó a su mejor amiga con la mirada.

Casas distintas. Creciente vacío.

Pero no quería permitirse estar triste. ¡Jamás! Ahora era una Ravenclaw, orgullosa, y defendería su casa con uñas y dientes. Un muchacho alto, de cabello castaño y mirada cálida le sonrió y le guiñó un ojo. Sintió sus orejas enrojecer.

Pero tardaría mucho en descubrir que en aquellos momentos, Cataleya iniciaba su secreto plan de mejor amiga:

Ser la Nueva Celestina, y encontrarle un buen chico a su mejor amiga.

Y ninguna de las dos podría nunca sospechar los descabellados resultados de aquel plan astracanado.

~♤~

- Por aquí.

Cataleya seguía de cerca a su prefecto, un muchacho de larga cabellera pelirroja que se llama Mercury, o algo así, colegio arriba, intentando distraerse lo menos posible, algo complicado dada la palpable magia del lugar.

La cena había sido deliciosa.

Cuando todos se habían sentado y la Ceremonia hubo acabado, el profesor Downey retiró la banqueta con el sombrero y regresó velozmente a sentarse a una larga mesa al fondo de la sala. En el centro, en una gran silla, se erguía una hermosa mujer de cabello corto, pelirrojo y bañado en canas, con los ojos brillantes como los de un niño: la directora Weasley. A su derecha, el profesor Downey, y a su izquierda, una mujer de cabello castaño claro, largo y perfectamente rizado.

La mesa de profesores.

La profesora Weasley se puso en pie y con una brillante sonrisa, barrió las mesas.

- Bienvenidos, jóvenes y antiguos alumnos, un año más a Hogwarts. Sabemos perfectamente que estamos en tiempos difíciles, tiempos oscuros... y que Hogwarts ha tomado, junto al resto de escuelas europeas, numerosas medidas para protegeros. - su mirada se enfrió. - Pero el peligro está ahí fuera, y debéis tenerlo presente. Procurad ir siempre acompañados, sobre todo cuando salgáis del edificio. Los jugadores de Quidditch serán duramente sancionados si vuelan fuera de los parámetros permitidos y, por supuesto, está estrictamente prohibido adentrarse en el Bosque Prohibido.

Después explicó una cosa llamada "Copa de las Casas", que era algo así como un premio a la mejor casa del curso, y luego hizo bibidi babidibú y un montón de comida de todo tipo se materializó sobre todas las mesas.

Y comió hasta no poder más.

Torcieron a la izquierda varias veces y llegaron a las escaleras.

- Cuidado, - avisó Mercury al puñado de alumnos de primer año. - las escaleras se mueven.

Y en cuanto cerró la boca, un piso entero de escalones vibró y se retorció hacia un lado.

- Exactamente así.

Subieron por un trecho de escalones, procurando que no se moviesen mientras estuviesen ahí. Cata pensó en Hayley, y se la imaginó perdida en aquellas escaleras como si lo estuviese viendo ahora mismo.

Las enormes y altísimas paredes que había a ambos lados, llenas de paisajes y retratos, tenían vida propia. Casi pudo apreciar a un caballero con perfecta armadura silvarle y guiñarle un ojo.

Después de muchas escaleras y un pequeño problema técnico mágico, Mercury se plantó frente el enorme retrato de una mujer un poco... así como gorda. La mujer del cuadro les miraba expectante, con una copa de vino en una mano y los labios perfectamente pintados de rojo cereza.

- Contraseña. - dijo entonces.

Sana sana, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana. - dijo Mercury con seriedad.

Cataleya tuvo que morderse las mejillas por dentro para no explotar a carcajadas. ¿Qué clase de contraseña era aquella? Aquella casa de locos le gustaba cada vez más.

La mujer asintió, y tras un "pasad" de voz estridente, el cuadro se movió como una puerta hacia el interior. Eso le recordó a la pelirroja que debía planear con Hayley una expedición de pasadizos por el castillo y sus alrededores. Seguro que le encantaba la idea.

Al pasar, se encontró una enorme sala de amplios techos de madera gobernada por una chimenea encendida, con cálidas alfombras rojas y doradas decorando los suelos y múltiples sofás y sillas distribuidos estratégicamente. Además, la temperatura de la sala, independientemente de sus dimensiones y el pequeño fuego de la chimenea, era muy agradable.

Con dos dedos se aflojó la corbata y estudió con la mirada el amplio lugar.

- Esta, - empezó Mercury. - es la sala común de Gryffindor. Algo así como un salón común para todos. Por allá, - dijo señalando al fondo, hacia dos puertas que daban a escalinatas. - se accede a los dormitorios. Por la izquierda al masculino, y por la derecha al femenino. Debéis dormir siempre en vuestra habitación.

Dicho esto, dio una palmada y les deseó las buenas noches justo antes de abandonar la sala. Su trabajo había acabado, y seguramente estaba deseando ver a sus amigos de toda la vida.

Y ahí estaba Cataleya, plantada en el centro de una alfombra, pensando en cuál sería la forma más sigilosa de robarla para ponerla en su salón en Londres, donde quedaría divina, pero no encontró ninguna. En un pequeño momento de distracción cruzó miradas con el chico de deslumbrante mirada de la ceremonia, y este le sonrió, mostrando una perfecta dentadura, pero en seguida desvió la mirada para centrarse de nuevo en la conversación, dejando a la pelirroja sola de nuevo, ensimismada en sus pensamientos.

Echaba de menos a sus padres, a su gato, su casa en Londres, sus amigos de toda la vida,... y echaba de menos a Hayley, que lo más seguro es que estuviese, a su vez, en su sala común, puede que pensando en ella.

... ¿Y si desarrollaban poderes psíquicos para hablarse desde su mente?

Sonrió levemente por su alocada idea y decidió que sería bueno dormir. Mañana sería un día largo, y era totalmente consciente que acabaría tan estresada por su mejor amiga y su absurda torpeza, que acabaría calva.


Subió las escaleras y entró a su cuarto, que al parecer compartía con tres chicas más que debían estar todavía junto a la chimenea, así que sencillamente abrió su cama -la que más le gustó, justo al lado de una ventana-, se enterró en los cálidos edredones, y se dejó atrapar por el sueño.


~♤~

Hayley abrió los ojos sintiéndose confusa. ¿Dónde estaba? De pronto recordó todo lo que había ocurrido en el emocionante día previo. Sonrió ya sabiendo que estaba en su nueva habitación en la torre Ravenclaw. Madrugar nunca había sido tan placentero. Sus compañeras de estancia, sin embargo, no se levantaban de tan buen humor, todas se vistieron en silencio, un silencio al que Hayley Taylor O'Brien no estaba acostumbrada puesto que en su casa desde que se despertaban el ruido reinaba en el lugar. Trató de estar lista a tiempo, debido a que no se podía permitir que el resto se fuera sin ella o se perdería por el castillo intentando encontrar su clase; lo que no daría muy buena impresión a su profesor. Sin embargo, en cuanto tuvo que colocarse la corbata encontró  la primera dificultad, una de las muchas que esperaba para la mañana. Inmediatamente extrañó a Cataleya, estar separada de ella suponía una gran complicación, pues ya no estaría para ayudarla; comenzó a desear que les estuviera tocado en la misma casa. 

Optó por hacer un nudo chapucero, así que después de coger todo el material necesario para sus clases y saliendo por la puerta revisó su horario. La primera materia era Pociones, ¡compartida con Gryffindor! Deseaba con todas sus fuerzas ver a Cataleya. Siguió finalmente a sus compañeros hasta el gran comedor para ir a desayunar, trató de memorizar el camino para ver si lograba volver a su dormitorio por sí misma, aunque solo logró hacerse un cacao mental de escaleras móviles. Se sentó en la mesa Ravenclaw, dejando, como el resto de alumnos, sus posesiones bajo el banco. Revisó la mesa Gryffindor buscando la roja cabellera de su mejor amiga, en cuanto la localizó sonrió, ella estaba hablando con los que estaban a su alrededor demostrando el carisma que siempre tuvo para ganarse a las personas.

- Disculpa, ¿eres de primer año? - Hayley se vio obligada a prestar atención a una pequeña chica, de ojos castaños y pelo corto negro, que se hallaba sentada a su lado. Asintió mirando fugazmente su nuevo uniforme, que había pasado de ser neutral al de Ravenclaw, - Soy Angela, también soy de primer año. ¿Conoces a alguien aquí? 

- A mi mejor amiga, Cataleya MacPherson, pero ella está en Gryffindor. - miró instintivamente de nuevo a la pelirroja.

- ¿Cataleya MacPherson? ¿De la familia MacPherson de Escocia? ¡Wow! Debe ser maravillosa, y por supuesto una verdadera genialidad en la magia. - Hayley se quedó confusa, ¿por qué la chica opinaba sobre Cataleya sin conocerla? 

- En realidad no, ¿por qué lo dices? - la chica puso los ojos en blanco como si fuera obvio, algo que dejó a la morena más confusa todavía.

- ¡Oh, vamos! ¡Es una MacPherson! Lo he leído todo sobre las grandes familias de la Magia. Lo cierto es que mis padres son muggles... así que cuando me enteré de que estudiaría aquí inmediatamente comencé a estudiar todo lo que pude. - sonrió orgullosa de su hazaña queriendo demostrar que una nacida de muggles era tan válida como el resto. Hayley enseguida lo comprendió, pero ella que también pertenecía a una familia mágica de renombre, no sabía nada. 

- Lo siento es que ambas descendemos de grandes familias mágicas, sin embargo no debes creer que sabemos más que vosotros por ello. En realidad, ni Cataleya ni yo sabemos apenas algo sobre el mundo mágico. - dijo cayendo en la cuenta de que más le valía investigar a fondo su origen.

- ¿Ah así? ¿Y tú eres...? Aún no me has dicho tu nombre. - Hayley le sonrió a modo de disculpa. ¿Dónde estaban sus modales ingleses? 

- Me llamo Hayley O'Brien, encantada. - la chica le tendió la mano a la pelinegra, la cual la aceptó con una expresión de sorpresa absoluta. 

- ¿O'Brien? ¿De los O'Brien de Irlanda? - Hayley asintió. De pronto sobre la mesa aparecieron todo tipo de manjares para desayunar, al igual que la otra noche.

La conversación se dio por finalizada en cuanto todos comenzaron a engullir el desayuno.

CONTINUARÁ...


~♤~


¡Hey, Pottéricos y Pottéricas de todo el mundo! Aquí Nun al teclado como casi siempre. Tengo que disculparme por la larga espera para este capítulo que de hecho es MUY lento, pero es que tuvimos un pequeño problema técnico llamado descordinación. PERO BUENO. Lo importante es que estamos aquí ahora y ya podéis leer el puñetero capítulo. 

Nos alegra admitir que dado este pequeño problema, el capítulo tres está también escrito casi en su totalidad, así que como recompensa, esperamos poder publicarlo, a mucho tardar, en dos semanas.

Y... bueno... problemas a parte, SE ACERCA LA NAVIDAD. Y sí, para los que lo duden, adoro esta época del año. De hecho, llevo cantando villancicos desde el dos de noviembre. Oh Yeah

¡Bonjour Potterheads! Cómo bien ha dicho Nun tuvimos un fallo de comunicación, no nos entendimos muy bien... pero estamos de vuelta y con más fuerza que nunca. Esperamos que disfrutéis del capítulo y que el frío y la lluvia no os estén fustigando demasiado. 

Os deseo una buena navidad, en el corte inglés ya lo es, y como regalo pedimos que nos compartáis y comentéis. 😊 

¡Val fuera!


Besos de

Las Nuevas Merodeadoras

Aldo, Val y Nun <3 ALWAYS