martes, 28 de marzo de 2017

Fanart 02

¡Hey hey! ¿Qué tal va el año, mis pequeños Potterheads? Aquí Nun subiendo otro de los fantásticos fanarts que nos ha dedicado nuestro colaborador y co-ilustrador Nés, de dos de nuestras protagonistas.

Esperamos que os guste y si no, pues mardisión gitana pa' vosotros y que estéis tan ansiosos como nosotras por ver más.










Hayley y Cataleya, Ravenclaw y Gryffindor, dos de nuestros personajes principales, realizados por Nés -RECALCO-.

Foto desde varios ángulos para apreciar mejor los detalles que tan contentas nos tienen.

Y repito: si alguno de vosotros tiene o quiere hacer algún fanart, que no le de vergüenza contactar con nosotras para publicarlo y hacerlo viral.

Os quieren y os amodoran mucho, y desean que comentéis y sigáis leyendo,

Las Nuevas Merodeadoras.

¡Nox!
Nun.

lunes, 13 de marzo de 2017

Capítulo Cuatro.

We're Not Potter

Capítulo Cuatro.


Accidente en las escaleras y aventuras en escoba.

Era temprano en la mañana, pero Cataleya era incapaz de seguir durmiendo. Entre la luz cegadora que entraba de lleno por la ventana y daba directamente a su cama, los ronquidos de sus compañeras de cuarto y su insaciable inquietud, el volver a caer en brazos de Morfeo era sencillamente, imposible. Así que envolvió su torso en una cálida y suave bata de lana color burdeos que le había regalado Hayley por su cumpleaños tiempo atrás, se calzó unas pantuflas calentitas y bajó los estrechos escalones hacia la Sala Común, en busca de cualquier distracción.

            Faltaban por lo menos dos horas para que se sirviese el desayuno, y como estaban todos dormidos no sería políticamente correcto que se pusiese a hacer ruido. Tampoco podía ir a gritar a la torre de Ravenclaw a despertar a su mejor amiga para pasar un rato juntas, porque no se sentía capaz de entrar ella sola a aquel extraño hogar de águilas, y veía difícil encontrar sin despertar a nadie más la habitación de la castaña, que debía de estar durmiendo como la marmota que era.

            Cuando llegó a la enorme sala de los leones, lo primero que se encontró fueron las ascuas de la chimenea palpitantes, aún desprendiendo un tibio calor hogareño que ya relacionaba con su casa. Pero después, una voz la distrajo de sus pensamientos soñadores y terminó de espabilarla.
           
            -Buenos días.

            Se giró hacia el dueño de la voz, encontrándose sentado en un sofá a Ojitos, el muchacho de brillante cabellera rubia y hermosa mirada celúrea que había visto con Hayley en la Ceremonia de Selección del Sombrero sólo un par de días atrás. Llevaba un pijama a cuadros azul marino y una sonrisa cegadora.
           
            -Madrugadora, ¿Eh?

            Cataleya no pudo evitar pensar en lo guapo que era aquel muchacho y en lo absurdo que sería mentirse e intentar negarlo. No era guapo como un modelo, de pómulos altos y pestañas largas. Ojitos era guapo por lo natural de su sonrisa, con un canino sobresaliente que le hacía ver más humano y terrestre, además del cabello despeinado y el pijama arrugado.

            -Más o menos. Soy Cataleya, por cierto.

            -Lo sé. –contestó el chico ensanchando la sonrisa. –Todos conocen a la menor de los McPherson. Qué decir de tus compañeros de casa.

            Cataleya se aguantó un bufido. Empezaba a aburrirle aquello de que todos la conociesen por su puñetero apellido. Para ella, su apellido no definía su personalidad, sus gustos o sus manías… no definía nada de ella, en realidad. O al menos, como la gente lo daba a entender. Hacía menos de medio año que sabía que tenía poderes, y ahora en menos de una semana todo el mundo sabía de su existencia. Siempre había llamado la atención, lo sabía perfectamente, pero aquello era ya totalmente absurdo.

            -Pues mira tú que bien. –contestó finalmente dejándose caer en el sofá más alejado posible al de ojitos. Apoyó la cabeza en el respaldo y miró a su alrededor, evitando a toda costa la mirada del muchacho.

            -Siento si te he ofendido. Mi nombre es Robin. Robin Murphy.

            Cataleya de miró, pero no dijo nada. Él la miraba con los ojos brillantes llenos de curiosidad, y una pequeña sonrisa pintada en los labios. Por unos segundos, le recordó tremendamente a su mejor amiga, con aquella mirada arrepentida y curiosa,  y aquella tímida sonrisa tiesa. Y únicamente por eso decidió responderle:

            -Pues buenos días, Robin Murphy.

            Él dejó escapar una tímida carcajada.

            -Si sirve para romper el hielo… no soy de por aquí. De hecho, soy canadiense, como mis padres. Nos mudamos a Inglaterra hace unos años… todavía no estoy del todo acostumbrado a vuestros modales refinados, ¿Sabes?

            Cataleya rió a su comentario. Era cierto que los modales y deberes de los ingleses incluso a ella le sorprendían y en ocasiones causaban molestias, y su sinceridad le causó gracia.

            -Sí, bueno, es cierto. ¿Dónde vives?

            -En Liverpool. No es muy grande, pero es acogedora. Tenemos un museo bastante famoso dedicado a una antigua banda…

            -Los Beatles, los conozco –le interrumpió la muchacha riendo. Debía admitir que le caía bien aquel chico, a pesar del extraño mal principio. Era buen chaval. Y además, como plus añadido, era guapete. Y tenía unos ojazos… -Yo vivo en Londres desde muy pequeña, pero, aunque supongo que ya lo sabes, soy escocesa.

            Él sonrió de lado, apartando la mirada la ventana.

            -Me alegro de que estemos en la misma casa, McPherson. Tengo la sensación de que seremos grandes amigos.

            La muchacha asintió, aunque él no le estaba mirando, cuando un rostro le cruzó fugazmente por su cabeza.

            Hayley.

            Se llevó la mano al mentón, pensativa.

            Robin Murphy… canadiense, residente en Liverpool, Gryffindor, y por lo tanto “hermano”, ojos preciosos, brillante sonrisa, gracioso, guapo, de conversación fácil, y hasta donde sabía, no era torpe y podría ser protector.

            ¿En qué le convertía eso? ¡En un increíble pretendiente para su amiga! Llevaba muchos años alejándola de indeseados, pero ahora que estaban allí… sería un buen momento para buscarle muchacho a su amiga… y aquel con el que estaba hablando a las 6 de la madrugada, era un caso excepcional. Además, podía tenerle vigilado porque, técnicamente, vivían juntos. Podía persuadirle y llevarle por el buen camino para conquistarla, y podía confiar en él para defenderla cuando ella no estuviese… ¡Era definitivamente perfecto!

            - Eh… ¿Cataleya? ¿Por qué sonríes así? Empiezas a asustarme.

            - ¡Oh! No te preocupes, Robin… es sólo que me he acordado de que tengo que presentarte a alguien.



~♤~


          Cuanto más mayor era, más odiaba madrugar. La menos de los O’Brien aborrecía totalmente el levantarse antes de las 10 de la mañana de su cómoda cama, y más aún para ir a clase. Pero tenía que admitir que desde que su vida dio un giro de ciento ochenta grados en verano al descubrir que era una bruja, eso había cambiado un poco. Ahora estudiaba en Hogwarts, un colegio de renombre para personas como ella donde, de hecho, había estudiado su padre, sus dos tíos y casi toda su familia.

         Y además, estudiaba allí con su mejor amiga.

          Le daba un poco de rabia que no estuviesen en la misma casa, pero era algo inevitable teniendo en cuenta lo distintas que eran en muchas cosas. Mientras la pelirroja se había convertido en una orgullosa leona, ella había sido bautizada por el sombrero como Ravenclaw, águila sabia, curiosa e imaginativa. Era la casa de sus sueños.

         Bajó trotando los escalones que separaban su cálido cuarto de la iluminada Sala Común. Adoraba su Sala Común, tan amplia, espaciosa y llena de libros. Olía a aventuras, a lomos de cuero y páginas viejas, a historia y misterio y a frescor y ascuas de chimenea. Estaba vacía, aún quedaba más de media hora para el desayuno y las clases, pero los nervios no la dejaban dormir más. Llevaba la corbata echa una bola en una mano, dispuesta a aterrizar en la mesa de los Gryffindor si era necesario para que se la pusiese su mejor amiga, porque ella era una inútil y no sabía hacerlo sin quemar nada en el proceso. Se puso frente a la puerta de entrada y comprobó que llevaba todo en su bolsa: libros, unos guantes por si tenía frío, sus plumas y un tintero firmemente cerrado y un par de libros para las clases de la mañana. La verdad es que su bolsa pesaba bastante, pero era algo inevitable: para poder acceder a la torre de Ravenclaw, a diferencia de las otras casas que tienen puertas ocultas y contraseñas, la puerta que da a la Sala Común se sabe perfectamente donde está, pero una aldaba en forma de águila impide la entrada a aquellos que no pertenecen al hogar, o más bien a aquellos que no merecen acceder allí, pues realiza una curiosa pregunta que sólo una mente erudita es capaz de responder. Eso significa que muchas veces, al cambiar cada día la pregunta, ni un Ravenclaw es capaz de responder rápidamente, o incluso sólo –es una buena forma de hacer amigos y conocer gente de la misma casa-, y a Hayley no le parecía cómodo ir con prisas por haber dejado algún libro y llegar tarde a la clase por no lograr entrar en su propia casa.

        Cogió aire y lo soltó despacio. Se pasó las manos por la falda plisada negra que llevaba justo hasta las rodillas un poco arrugada y se tiró de las medias oscuras que le llegaban a la rodilla hacia abajo. Se colocó bien sus collares de la suerte, provistos e coloridos y ruidosos medallones y campanillas y se pasó una mano por el cabello que llevaba hecho un cristo por ser incapaz de cepillárselo sola. Era un desastre andante, y estaba casi segura de que llevaba la camisa mal abrochada.

         Abrió la puerta y bajó las escaleras con cuidado de no tropezar y partirse los dientes contra la piedra del suelo. Fue derrapando entre alfombras, suelo y escaleras, intentando acordare con exactitud de los giros y curvas que tomaba mientras iba hacia el Gran Comedor. Era temprano, pero aún no tenía muy claro si se perdería una o dos veces antes de llegar. Las personas de los cuadros le daban los buenos días y la saludaban con la mano, la seguían con la mirada e incluso un caballero de poca educación le soltó un silbidito picarón.

        Cuando estaba llegando al último tramo de escaleras, después de dar varios rodeos para poder encontrarlas y sufrir un pequeño accidente por no fijarse en las escaleras móviles, avistó una melena corta pelirroja semi rizada que relacionó instantáneamente con su mejor amiga. Fue tan sorprendente para ella encontrarla antes de lo previsto, que tropezó –para varias- con sus propios pies, y trastabillando cayó escalones abajo. Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes mientras se llevaba las manos a la cara para intentar frenar el golpe.

        Todo fue a cámara lenta.

        Ya se imaginaba en la enfermería del colegio con un hueso roto en menos de una semana de clase por culpa de su estúpida torpeza. La vergüenza.

         Pero el golpe no llegó. Su cuerpo chocó contra algo esbelto y suave, y unas manos le rodearon la cintura y la tomaron por un brazo. Su frente rebotó contra algo duro y cálido y cuando levantó la vista sintió su rostro arder.

         Había caído de nuevo encima de alguien.

         De un chico. De un chico guapo. Rubio, ojos azules, sonrisa torcida. Se acordó de él del día dela Selección del Sombrero: Ojitos, de Gryffindor.

         - ¡Hayley! – la voz alegre y preocupada de su mejor amiga la sacó de sus pensamientos. Subía el par de escalones que la separaban de ellos. - ¿Estás bien?

         Hay sintió algo que le acariciaba el costado, y se dio cuenta de que las manos del muchacho aún estaban ahí, sobre su cintura, y que aún no había despegado la vista de ella.

         - Eh… sí. - contestó tras una pausa, con las orejas rojas ardiendo y las mejillas bañadas de rojo.

         - Bueno, Robin… gracias por salvarle el culo a mi mejor amiga. Hayley, este es Robin Murphy, compañero de casa… Robin, esta es mi mejor amiga, Hayley O’Brien. Ale, amigos para siempre.

         Hayley volvió a mirar hacia el muchacho, cuyo rostro estaba iluminado por una sonrisa. Él no decía nada, sólo la miraba y sonreía y no apartaba la vista de ella.

         Algo se estrujó en su pecho bajo su atenta mirada y aquel pícaro brillo en su mirada, sus manos amplias, suaves y cálidas y la mirada divertida de su mejor amiga.

          Porque Cataleya observaba todo encantada, feliz de su progreso sorpresivo y de aquel fantástico accidente en las escaleras en el que su plan se puso finalmente en marcha.


          Aquella mañana el desayuno le sabría a gloria.

~♤~

Como estaban a principios de Septiembre el aire aún no era del todo frío, el cielo se hallaba despejado y el sol iluminaba completamente el césped donde se hallaban las escobas básicas que poseía el colegio para las clases de vuelo. Sí, era la primera clase de vuelo para los de primer año de Gryffindor y Ravenclaw, los alumnos se hallaban apiñados justo enfrente a todas las escobas depositadas en el suelo, obviamente a los que no habían visto una de cerca les imponían. Cataleya las observaba con cierta impaciencia, estaba deseando montarse en una y ver qué tan lejos podía llegar en ella. Robin, en el centro de las dos amigas, trataba de mantenerse como una témpano inamovible, pero en el fondo algo en su interior se removía con ansias. Hayley por su parte se encontraba contradecida, por una emoción ante la nueva experiencia pero a la vez temerosa de los posibles accidentes que le podrían suceder. 
De pronto la profesora  Amanda Wilkins, llegó volando en su escoba, y aterrizó ante los primerizos. Hayley la recordó, era aquella profesora de pelo rizo que le llamó la atención en la ceremonia de selección. 
  • ¡Buenos días alumnos! Soy Amanda Wilkins, vuestra profesora de introducción al vuelo. Posicionaos en el lado izquierdo de las escobas. - los alumnos, aún un poco desorientados no se movieron. - ¡Vamos chicos!
Como si fueran uno todos ocuparon su sitio al lado de cada una de las escobas. Cataleya vio sonreír a Robin por el rabillo del ojo, con esa sonrisa que cegaría a cualquiera, debido a que él se había puesto a su derecha, mientras que Hayley estaba enfrente, con sus compañeros de casa.
  • Muy bien, extended vuestra mano derecha y decid ¡arriba! con determinación. - Amanda posó su escoba en el suelo patra proceder a pasear observando a los alumnos.
Todos extendieron los brazos casi al unísono, con la palma extendida hacia el suelo. Las primeras voces se escucharon: "¡Arriba!" Entre ellas la de Robin, Cataleya, y dos chicos de Ravenclaw. Todos menos uno de Ravenclaw consiguieron que la escoba se elevara hasta llegar a atraparla con sus manos. Enseguida el resto comenzó sus intento, aunque pocos los conseguían a la primera. Hayley miró a Cataleya, y la pelirroja le hizo un gesto casi imperceptible para el resto de personas. Entonces la morena gritó la palabra y la escoba subió rápidamente hacia su mano, aunque por la excesiva efusividad, la escoba en vez de detenerse en la mano de la pequeña O'Brien salió disparada contra Robin, quien por buenos reflejo consiguió que no le diera en la cabeza, pero su hombro no tuvo la misma suerte. La escoba volvió igual de rauda a la mano de Hayley, quien esta vez se aseguró de atraparla sujetándola con todas sus fuerzas.
  • ¡Dios Robin! ¡Lo siento tanto! - él se echó a reír tan naturalemente a Cataleya le dieron ganas de reír con él, pero se contuvo aunque no pudo evitar sonreír. Hayley aún con expresión de aungustia se frustró por la carcajada del ojiazul. - ¿¡Estás bien!?
  • En mi opinión, yo creo que no llega vivo al atardecer. - Cataleya expresó su comentario con gran diversión, pero Hayley no se permitió el lujo de divertirse con la situación.
  • Tranquila Hayley, estoy bien, no es más que un pequeño golpe. - su sonrisa se volvió cálida, entonces la morena se tranquilizó. 
Tras otros 15 minutos esperando a que todos consiguieran alzar sus escobas, Amanda les indicó que debían sentarse en sus escobas, y dar una patada al suelo cuando quisieran elevarse sobre ellas. Con el sonido del silbato el primero en salir disparado en su escoba fue Robin Murphy, se elevó dio una vuelta de 360º y volvió a estabilizarse como si solo hubiera apartado su flequillo de la frente. Muchos de los presentes se quedaron petrificados, ¿cómo había hecho eso? 
  • ¡Eh rubio! Tú ya habías hecho esto ¿no?
Robin no se molestó en contestar a la pelirroja, dado que era obvia la respuesta. El resto de alumnos empezó a volar con bastante cautela sobre sus escobas, tan solo un par más manejaban la escoba con cierta gracia, obviamente los de familias mágicas, los cuales ya han montado en una anteriormente. Cataleya se sentía viva, libre, estar a  metros del suelo debería provocar pánico como a cualquier muggle, porque quiera o no, ella fue criada como una muggle, pero sin embargo no sentía el miedo que se supone que debería tener. Algo en la sangre le hervía, le gritaba que gritara, la emoción la embargaba, la escoba se movía ráuda, arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda... el viento acariciando su cara, sacudiendo su pelo... todo era mágico, ¡sí, mágico! 
Mientras Hayley solo se elevó a un par de metros del suelo. En su cabeza solo aparecían dudas, si ella era una patosa en tierra no era muy buena idea que jugara con su suerte en el aire, aunque sí, fue una de las primeras en mantener estable su escoba después de conseguir que se elevara sin matarse. El joven de dorada cabellera apareció como si de un rayo se tratase, se detuvo a su lado con... esa sonrisa que parece nunca abandonar su rostro, algo que hacía irritar a Hayley aunque también le encantaba, le hacía sentir bien al verla. 
  • ¿Qué ocurre Hayley? ¿Te da miedo volar? - en su tono se notaba un destello jocoso sin malicia, que a la muchacha le hacía tener ganas de tirarle.
  • No  solo es que... no creo que esto se me de bien. 
  • Está bien. Entonces cree en ti. - el chico hizo un movimiento por el que la escoba salió disparada hacia arriba.
Hayley se agarró con todas sus fuerzas al palo, Cataleya que hasta ahora había estado disfrutando de su primer vuelo se alertó ante la velocidad con la que iba su mejor amiga, que a su vez parecía fuera de control. Robin observaba alerta, por si en cualquier momento debía ir a rescatar a O'Brien, pero Cataleya no iba a asumir riesgos en lo que a Hayley se trataba, aunque la pelirroja no era una experta no le importó. Le lanzó en picado hacia la morena, quien iba directa a chocarse dolorosamente de frente a uno de los muros del colegio. Murphy también comenzó a ir en su rescate ya preocupado, pero cuando apenas faltaban un par de metros para estrellarse, Hayley logró frenar de golpe sin salir volando del medio de transporte mágico. A Cataleya casi le da un infarto pero se acercó a Hayley para corroborar que estaba entera, mientras Robin que iba demasiado rápido para evitar estrellarse contra el mismo muro hizo una maniobra que casi dejó a ambas chicas con la boca abierta.
  • Hayley, ¿te encuentras bien? No sabía que tu escoba se descontrolaría tanto, ¡lo siento! - por primera vez vieron en la cara del chico algo que no fuese una sonrisa.
  • Perfectamente, he sido capaz de no matarme estando encima de este trasto. Creo que se me da mejor sobrevivir en las alturas que en la tierra. - esta vez le tocó a la pequeña O'Brien dedicar una sonrisa tranquilizadora a ambos. El resto de alumnos apenas se percataron del incidente, no más que un par al azar. La profesora Wilkins llegó en menos de lo que alguno pudo notar.
  • ¡Vaya Murphy! Son pocos los chicos que he conocido que vuelen de una forma tan espectacular y muchos los años que llevo dando esta clase en este colegio. Es obvio que mis clases se te quedan pequeñas, buen trabajo. O'Brien no muchos alumnos, y todavía menos de primer año, consiguen lo que tú has hecho. Chicas, ¡a practicar! - las últimas palabras fueron dichas con un buen humor que nunca habían visto en un profesor. Hayley y Cataleya se miraron cómplices, estas clases definitivamente le encantaban.
Prosiguieron la lección con tranquilidad. Hayley se hallaba totalmente asombrada de la facilidad con la que manejaba la escoba, todo lo contrario a lo que tanto ella como sus conocidos pensaban. Con otro toque de silbato todos trataron de aterrizar, unos mejor que otros, eso era obvio, Robin lo hizo sin problemas, mientras que Cataleya dudó un poco, por una parte no quería que tan mágica experiencia acabase, pero por otra ella no sabía cómo aterrizar. Trató de fijarse en como lo hacía el resto y les imitó aterrizando impecablemente, al igual que Hayley, quien lo había hecho poco después que el rubio. 
De pronto un ruido seco paralizó a todo el mundo, el éxtasis por la primera clase de vuelo se vio eclipsada por la tensión, un alumno de Ravenclaw se había caído de su escoba y se encontraba tirado en el suelo inmóvil. La profesora se lanzó hacia él o ella casi  como si se teletransportara. 
  • ¡Clase finalizada! - dicho esto embrujó el cuerpo inerte del alumno y se fue corriendo, lo más probable es que a la enfermería.
  • ¡Pobre Michaella Pemberton! - alguien la conocía. Cataleya a pesar de estar apenada por el incidente se alegró de que no fuera Hayley la protagonista de él. 
Todos posaron sus escobas contra el muro del castillo y se dirigieron al interior para asistir a sus siguientes clases, aunque de camino no se escuchaba nada más que un murmullo, un ruido constante y molesto que no hacía más que empeorar el sentimiento por lo ocurrido. 
  • Se recuperará, no os preocupeis, a la hora de comer estará más sana que nosotros tres juntos. Además la vieja enfermera Gertrudise Plotts es una eminencia, es conocida por preparar y tener unos grandes remedios curativo para todo. - a las chicas les sonaba muy raro eso de los brebajes curativos. Hasta hace apenas unos meses hubieran penado automáticamente en milagros, pero no, era magia, simple, real y maravillosa magia.
  • Eso espero. - Hayley se preocupaba por la chica, pero a su vez, le gustaba saber que no estaría un mes entero escayolada si se torcía o rompía algo. En Hogwarts tenían curas rápidas para su torpeza.

    CONTINUARÁ...
 ~♤~


¡Al fin! Nuevo capítulo recién sacado del horno... 

Nuevo personaje, SALSEO AL ACECHO y muy pronto mucho más, en esta encantadora aventura que tanto se deja desear... aunque en nuestras mentes ya está totalmente moldeada para vosotros jugadores.

Esperamos sinceramente que os haya gustado el nuevo capítulo y que sigáis ahí leyéndonos y apoyándonos en silencio con vuestras queridas visitas. AUNQUE PODRÍAIS HACER UN POCO MÁS DE RUIDO.

Os queremos y desde aquí os deseamos una feliz semana,

Las Nuevas Merodeadoras.

lunes, 19 de diciembre de 2016

¡Arte Potterhead!

Buenas, mis queridos Potterheads, Nun al teclado para variar presentando algo muy especial...

Porque no, lo siento mucho para aquel que esperaba impaciente lo contrario, pero esto no es un capítulo del fanfic -Que de hecho, está en ello-. Os presento con toda mi alegría, el primer fanfic oficial de la novela, realizado -como bien indicamos en la despedida del capítulo anterior- por Nés, colaborador de las Nuevas Merodeadoras y asistente y creador de dudas y fallos técnicos y lógicos internos.

En nuestra defensa, no conoce ningún spoiler, al igual que vosotros, pero sí sabe un par de datos extra sobre los personajes y sus gustos personales... información necesaria para poder realizarlos, por supuesto.

Y bueno, no quiero entreteneros más... ¡¡Aquí está su increíble trabajo!!






Aquí está el primer fanart, de Hayley y Cataleya, águila y leona, bff 4ever (?).

Fotos desde varios ángulos, ¡Nos tiene encantadas con esta obra!

Eso me recuerda... si alguno de vosotros se anima, encantadas recibiremos, y si queréis publicaremos, vuestros fanarts.

A partir de ahora encontraréis todos nuestros fanarts, después de publicarlos por aquí, en la página con su mismo nombre...

Y bueno, espero que os guste y si no pues os mato y punto y nos veremos en la próxima entrada, que con un poco de suerte es el próximo capítulo.

¡Nox!

Nun

Las Nuevas Merodeadoras

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Capítulo Tres.

We're Not Potter


Capítulo Tres.

Callum



Recorrían los enredados pasillos del castillo como si les costase andar, si era que es normal, dado que todos saciaron su hambre con los ricos manjares del desayuno. 

Más que saciar se empacharon hasta que sus estómagos no dieron más de sí. 

Hayley seguía muy de cerca a los chicos de delante, mientras Angela caminaba en silencio a su lado, parecía como si la comida se hubiera comido sus palabras.

Descendían por las escaleras mientras la morena se extrañaba, no entendía si la clase se impartía fuera del castillo hasta que se dirigieron al área de las mazmorras. Hayley no entendió nada, el ambiente era más sombrío, las paredes parecían gotear maldad. De pronto un escalofrío recorrió su espalda, lo único que iluminaba los pasillos que recorrían eran las antorchas pegadas a las paredes, esos focos proyectaban siniestras sombras, de esas de las que dan impresión de querer abalanzarse sobre ti en cualquier momento.

El prefecto les indicó la clase correspondiente, la mazmorra cinco. Todos, confusos, entraron sintiéndose un poco prisioneros, definitivamente no era el lugar más acogedor del castillo, al contrario, el aire frío calaba en los huesos agobiando, sobrecogiendo. Era el lugar perfecto para albergar la morada de la muerte. Hayley entró seguida de Angela, quien solo era capaz de mirar a su alrededor asombrada, muy opuesto a la pequeña O'Brien, a la que el lugar le inspiraba más un sentimiento de funeral que el de clases lectivas. Los de rojos y dorados leones ya se encontraban en la estancia, por lo que buscó a la pelirroja que se hallaba hablando de espaldas a ella, la emoción la embargó así que corrió a abrazarla, sobresaltándola e ignorando las miradas de desdén de los Gryffindor que rodeaban a su mejor amiga, no le importó Cataleya era de ella mucho antes de ser ordenada en la casa escarlata.

-  ¡No sabes cuánto te he extrañado! - Cataleya se río antes de soltarse para poder mirarla.

-  ¿Qué tal tu primera noche en la torre Ravenclaw? - Hayley presentó una expresión agridulce. Cata sabía perfectamente que por muy contenta que ella estuviera en su casa siempre tendría el defecto de la ausencia de la que era como su hermana.

-  Te he extrañado. - repite la morena, queriendo dejar claro su sentimiento de vacío. - Cuando vi que nos tocaba juntas la primera clase casi salto de alegría, aunque por lo que veo a nuestros compañeros no les hace tanta gracias. - la pelirroja se rió mirando a su alrededor.

-  Sí, llevo desde que me desperté escuchando quejas sobre lo de compartir esta clase con vosotros. Aunque creo que os prefieren a los de Slytherin.

-  Vaya consuelo... ¿crees que podremos sentarnos juntas? - antes de que Cataleya pudiera responder la puerta del aula se cerró de un portazo.

Todos los presentes se asustaron. Una mujer relativamente joven entró al aula como una ráfaga huracanada de aire, caminó a paso firme hasta posicionarse de espaldas a su escritorio, y así fijó la mirada en sus nuevos alumnos de primer año, a Cataleya le pareció como si observase a unos corderitos entrando al matadero sin ser conscientes de ello.

-  Siéntense por parejas. - Hayley y Cataleya se aferraron la una a la otra hasta asegurarse de que se sentarían juntas. Una vez todos estuvieron acomodados la morena le sonrió a Angela, quien estaba sentada a su lado y tenía por pareja a un chico muy rubio de Gryffindor. La pelirroja sin embargo comenzó a analizar a su profesora, la voz firme de la mujer le había impresionado para el aspecto inofensivo que poseía.

Realmente lucía como 1'60 cm de bondad, la típica mujer de 40 y pico años que tiene alma de abuelita caritativa. Tenía el pelo con bastantes canas tempranas, el cual llevaba recogido en un moño demasiado perfecto, la túnica negra combinada con las ropas del mismo color no inspiraban tanta calidez como el aspecto bonachón de la mujer, quien ahora había adoptado una expresión fría seguida de una pose de defensa, es decir, con los brazos cruzados. Era muy contradictorio.

-  Bien. Soy la profesora Beverly Crawford y este año os impartiré la asignatura de Pociones. - su tono duro atemorizó a más de un alumno.

Los perceptibles susurros de la emoción de la primera clase se acallaron instantáneamente. Ambas muchachas se percataron de la intrépida acción de Angela de levantar la mano. La profesora Crawford la miró con una expresión gélida que la joven no pareció percatar.

-  ¿Sí, señorita...?

-  Me llamo Angela Burrel. Tengo una pregunta... - pareció vacilar unos instantes, por fin ella también se ha dado cuenta del glacial ambiente que ha creado la profesora. - He leído que esta asignatura fue impartida durante muchos años por el profesor Severus Snape, al que se ha tildado de ser el mejor profesor de Pociones que ha habido en Hogwarts, ¿no se siente presionada por el semejante nivel que el señor Snape ha dejado en su disciplina? - todos se paralizaron, casi se podía escuchar el viento congelado fluír. La mirada que le propinó la señora Crawford a Angela casi le dolió hasta a Hayley.

-  Y ya han descubierto, señoritos, porqué no me gustan los Ravenclaw. - la risa surgió estridente en los alumnos de Gryffindor.

Cataleya no colaboró en la burla, la señora Crawford se había excedido con la pobre Angela, aunque decirle eso al hueso que se les había presentado no había estado demasiado acertada. La cara de Burrel se tornó de un rojo tan intenso que parecía haberse pintado la cara con la bandera Gryffindor. Se encogió en su asiento mientras deseaba desaparecer.

-  Bien hecho cerebrito, tú haz méritos para que Ravenclaw pierda puntos, nos lo vas a poner muy fácil para que ganemos la copa de las casas este año. - le susurra mordaz su compañero mientras sonríe. Angela se remueve nerviosa, entonces las dos chicas que están a su lado ven sus ojos aguados por retener las lágrimas.

-  ¡Eh Adams! No te vuelvas a meter con ella o raparé tu melena de spaguetti. - le grita por lo bajo Cataleya. Él retrocede aún con la expresión de superioridad en el rostro. La muchacha le sonríe agradecida por defenderla contra alguien de su propia casa.

Tras el nuevo silencio de los murmullos, esta vez provocados por el corte de la profesora a Angela, la atención volvió a la canosa profesora. Entrecerró los ojos, parecía analizar a cada uno de los individuos de la estancia.

-  Suponiendo que no estoy tratando con los bebés de mandragora del profesor Longbottom, pienso que mis alumnos se habrán leído los libros de la asignatura, ¿quién puede decirme qué relación existe entre el acónito y la luparia? - Cataleya caviló unos instantes antes de levantar la mano dudosa. Sabía que si se equivocaba recibiría otra vejación por parte de Crawford. - ¿Sí señorita MacPherson? - Cataleya se quedó en blanco momentáneamente, ¿cómo era posible que la conociera si era su primera clase?

-  Ambas plantas son lo mismo, mi abuela las recolectaba en Escocia ya que son originarias de allí. Sus flores moradas son muy útiles para la elaboración de pociones, al contrario de sus hojas, las cuales son muy tóxicas. - la profesora no apartaba la vista de ella, pero Cataleya no se permitió que la intimidara.

Mantuvo el porte hasta que Crawford sonrió, pero su sonrisa se parecía más a cuando las víboras sacaban los colmillos para inyectar el veneno a su víctima, que a una sonrisa humana. Se sentó sobre su escritorio con naturalidad, ¿dónde quedaba la mujer cálida de la primera impresión?

-  Efectivamente MacPherson, veo que... de momento, está a la altura de su apellido. - fue a sentarse a su silla mientras se examinaba las uñas con un aire de supremacía. - Abrid los libros en la página 13, vamos a hacer que aprendan algo útil de una vez, ya se ha aplazado demasiado su instrucción.

Así obedecieron todos sin rechistar. El silencio solo era interrumpido por la voz de la profesora, quien se limitaba a leer el contenido de dicha página, pero cuando hacía una pausa Hayley podía jurar que se escucharía el sonido de un alfiler al caer. Mientras Cataleya aprovechó para inspeccionar el aula. 

Curiosa, muy curiosa, y muy lúgubre. Crawford fue a su despacho para buscar algún tipo de brebaje para mostrarles. Angela les llamó discretamente. Ambas muchachas se giraron para atender a la anteriormente avergonzada Angie.

-  ¡Es una mediocre! Me humilla a mi por preguntarle por el profesor Snape, y ella acaba de preguntarnos lo mismo que preguntó él el primer año en el que Harry Potter estuvo en Hogwarts, ¡es estúpida! - Angela parecía furiosa. - ¡Vamos! ¡Está copiando la actitud y enseñanzas de Severus Snape! - Cataleya rió lo más discretamente posible mientras la profesora irrumpió de nuevo en la estancia.

La señora volvió con un tarro translúcido en cuyo interior se hallaba un líquido verde y viscoso fluorescente, se lo entregó al primero de la primera fila para que se lo pasaran hasta el último. Hayley pensó en lo que le había dicho su compañera de casa, Beverly Crawford copiaba a su antecesor, ¿por qué? Si renegaba de él, ¿por qué copiar sus frases y sus métodos? Eso le hizo volver a pensar lo poco que conocía la historia del mundo mágico, incluso del gran elegido, Harry Potter. Decidió que iría a la biblioteca a investigar un poco. 

Cataleya mientras leía el libro atentamente, tratando de sacar algunas conclusiones por sí misma hasta que llegó la sustancia verde desconocida, la examinó y trató de descubrir sus componentes.

La clase transcurrió llena de preguntas complejas cuyo único fin es hacerles parecer unos ignorantes. Cuando finalizó las tres chicas salieron de ahí suspirando, para ser la primera había sido cual paliza. Salieron todos en fila, sin hablar hasta traspasar la puerta de la mazmorra. Se apresuraron hasta llegar al primer piso donde relajaron el paso aún algo tensos por la mirada penetrante de Crawford. Cataleya se dedicó a preguntarle más a Angela por el tal Severus Snape, sentía mucha curiosidad acerca de él. Mientras Hayley se ensimismaba en los cuadros del castillo, los cuales parecían gifs, pero no lo eran en absoluto.

De pronto la muchacha se vio en el suelo, alguien que no había sido ella misma, la había tirado. Un chico le tendió una mano ayudando así a que se levantara, se sacudió la falda y miró al chico desconocido con uniforme de Hufflepuff y la insignia de prefecto brillando en su túnica. Otra sorpresa la golpeó cuando cruzó la mirada con el tejón.

-  ¿Callum?

-  ¿Hayley?

El chico repentinamente también terminó chocando contra las frías baldosas tras sentir un fuerte golpe en su hombro. Miró hacia arriba aturdido viendo la pelirroja cabellera de una chica de Gryffindor de primer año.

-  ¿Qué crees que haces niña? - preguntó él frotándose la cabeza por el golpe recibido, levantándose y posicionándose frente a Cataleya.

-  ¡Imbécil! ¡Casi la matas! Mira por donde andas birollo. - él se quedó perplejo ante la osadía de la desconocida. Hayley se rió tras ellos atrayendo la atención.

-  Cataleya, te presento a mi primo Callum. Callum, ésta es mi ángel de la guarda, Cataleya.   


~♤~



Primer día de clases para Callum Ollard. Cada año, los primeros 
días de la llegada a Hogwarts eran emocionantes.

Sin embargo, era el primer año en el que desempeñaba el papel de 
Prefecto de su casa, Hufflepuff. Ese día se había levantado temprano para ayudar a los alumnos de primer año a acostumbrarse un poco a la vida en el castillo. A primera hora le tocaba Historia de la Magia y se había asegurado de tener todo en orden para poder guiar a los primerizos Hufflepuff hasta su primera clase.

A pesar de ser novato en la experiencia de ser el responsable de su casa, se estaba esforzando. Llevaba dos años enamorado de aquel ambiente hogareño y cálido, y deseaba por encima de todo que todo funcionase de la mejor manera posible.

Quería recordar ese año como el año en el que Hufllepuff resplandecería y destacaría.

Así que se lo tomó con calma al ver que todos los alumnos estaban cumpliendo sus deberes mañaneros.

Una vez en el Gran Comedor, se tomó un par de minutos para decir unas palabras a los recién llegados.
-   
      - Muy buenos días a todos, especialmente a nuestros nuevos compañeros que llegaron ayer por primera vez al castillo. Será un placer para mí el poder ayudaros en cualquier duda que tengáis sobre el castillo, las clases o los profesores. Mi nombre es Callum Ollard y es mi primer año como prefecto de esta casa. Ahora me dirigiré a los alumnos de primer año para recordarles unas cuantas normas básicas…- no pudo terminar la oración, puesto que una magdalena de zanahoria impactó de lleno en su cara.

Toda la mesa se quedó completamente en silencio durante unos
 segundos, observando a dos chicas sentadas una en frente de la otra, discutiendo en un tono que Callum clasificó como de exteriores.

-       -   ¡Tú eres la rara! ¡Estúpida granjera! ¡Vuélvete a Italia a recoger mierda de dragón! - gritó la primera, una chica de pelo castaño claro y largo, peinado en una coleta alta.

La otra chica, de pelo rubio, largo y un poco rebelde, soltó una carcajada amarga y le lanzó un bollo relleno de crema, que explotó al colisionar con la cabeza de la otra chica, que se había quedado paralizada, sin creerse lo que la rubia había hecho.

 -Oh, tú no te has atrevido. No me lo creo.

 -Créelo, idiota. ¿Se te han bajado los humos ya?

Nadie en toda la mesa amarilla y negra podía creerse lo que aquellas dos chicas desataron.

La primera y gran guerra de comida entre tejones. Duró como dos minutos hasta que Callum puso fin a dicha estupidez.

Tomó a la chica castaña de segundo año y comenzó a buscar con la mirada a la rubia, pero había desaparecido.

Regañó a la chica que consiguió retener y le impuso como castigo recoger lo que habían manchado.

-        -  ¿Cuál es el nombre de la chica que tiró el bollo?- le preguntó a la alumna de segundo año.

-       -   Nerissa Alazio. Es de segundo año, como yo.- contestó a regañadientes, continuando con su tarea de limpieza.

Sin más, Callum decidió simplemente buscar a la rubia cuando tuviese tiempo, en lugar de dejar sus responsabilidades de lado por imponer un castigo a una alumna.

Ya lo haría cuando la viese.

-        -  Parece que eso de ser autoritario no se te da muy bien, Cal.- bromeó su mejor amigo, Ashton.

-        -  Cállate. No es tan fácil como lo pintan.- gruñó el chico de ojos azules, malhumorado. Primer día en Hogwarts y lo primero que le ocurría en la mañana era ser golpeado por una magdalena.

-         - Venga, no te pongas así. Al menos tuviste la suerte de que te la lanzó una chica. Es lo más cerca que has estado de que una rubia te haga caso, ¿Me equivoco?- rio su amigo, palmeándole la espalda.

-        -  Deja de ser tan capullo, ¿Quieres?

Historia de la magia se impartía en una de las aulas de la segunda planta, por lo que no se trataba de un camino excesivamente largo desde el Gran Comedor.

Durante el camino se cruzaron un par de alumnas de Slytherin de segundo año yendo hacia su primera clase.

Entonces el prefecto se percató de una cosa. Parte de su trabajo era memorizar los horarios de los alumnos para saber en qué lugar se encontrarían en caso de alguna evacuación de emergencia.

Y por lo tanto, sabía dónde estaría la chica rubia en ese momento.

-        -  ¡Es cierto! ¡Tiene Encantamientos ahora!- exclamó, confundiendo a su acompañante.

-        -  ¿Estás dormido todavía? Tenemos Historia de la magia, Callum.

El castaño empezó a correr escaleras abajo.

-        -  Lo siento, Ashton, tengo que hacer una cosa.

A una velocidad que casi no se creía, corrió hacia el aula de Encantamientos, dónde estaban congregados unos cuantos alumnos de Slytherin y Hufflepuff.

Buscó rápidamente con la mirada hasta dar con aquella cabellera dorada. No fue difícil, pues resplandecía y destacaba entre el resto de tonos oscuros.

-       -   ¿Nerissa Alazio?- pronunció alto y claro, haciendo que la mayoría de los alumnos se diesen la vuelta, excepto ella. Algunos pasearon la mirada desde el prefecto a la chica, que viéndose sin escapatoria simplemente se giró para encarar al nuevo prefecto.

Al ver la expresión del mayor, se dio cuenta de que iba a caerle un gran castigo. Así que hizo acopio de todo su valor, le dedicó una deslumbrante sonrisa que dejó paralizados a todos los alumnos presentes.

Sus compañeros de clase nunca habían visto a Nerissa sonreír de esa manera.

Y aprovechando que todos estaban desconcertados, llevó a cabo su maniobra de escape.

Comenzó una carrera por el pasillo en dirección contraria a su perseguidor, al cual le llevaba tan solo cinco segundos de ventaja.

Aprovechando una de las esquinas de los pasillos, se escondió en uno de los armarios de la limpieza.

Esperó pacientemente a que terminasen las clases, puesto que si algún profesor la veía, tendría más problemas que un patético castigo.

Cuarenta y cinco minutos después, salió lentamente de su escondite.

Imaginó que el prefecto había desistido en su tarea de buscarla, así que caminó con tranquilidad por los pasillos, de vuelta a su siguiente clase.

Callum, en lugar de volver y tomar su primera clase, siguió buscando a la alumna problemática por el castillo. En primer lugar, por haber huido del prefecto de su casa. Y en segundo lugar, por faltar a la primera clase.

Por desgracia, tenía la sensación de que no sería el único problema que tendría con esa alumna.

Veinte minutos después, empezó a darse por vencido, pues no tenía ni idea de dónde podría haberse metido la rubia.

Entonces, una manada de alumnos llenaron los pasillos de la primera planta. Decenas de chicos y chicas con libros caminaban atropelladamente, empujándose unos a otros.

Iba a poner orden para que nadie se hiciese daño cuando alguien chocó con él, empujándole levemente. Cuando miró hacia abajo, se dio cuenta de que había tirado sin querer a una alumna de pelo castaño oscuro, que llevaba un uniforme de la casa Ravenclaw. Apenado, le tendió una mano para ayudarla a levantarse.

-        -  Lo siento mucho, no era mi intención tirarte al suelo.- se disculpó el castaño. La chica levantó la mirada y ambos se quedaron completamente sorprendidos.
-       -   ¿Callum?
-
        -  ¿Hayley?- la voz del chico fue un tono más aguda de lo normal debido a la sorpresa.

Él chico repentinamente también terminó chocando contra las frías baldosas tras sentir un fuerte
golpe en su hombro. Miró hacia arriba aturdido viendo la pelirroja cabellera de una chica de
Gryffindor de primer año.

     ¿Qué crees que haces niña? - preguntó él frotándose la cabeza por el golpe recibido, levantándose y posicionándose frente a Cataleya.

     ¡Imbécil! ¡Casi la matas! Mira por donde andas birollo. - él se quedó perplejo ante la osadía de la desconocida. Hayley se rió tras ellos atrayendo la atención.

     Cataleya, te presento a mi primo Callum. Callum, ésta es mi ángel de la guarda, Cataleya.- la pequeña O´Brien abrió mucho los ojos y en su rostro apareció una enorme sonrisa.

-        -     ¿No estabas en un internado en Escocia?- le preguntó a su primo.

-          Bueno… Hogwarts también es un internado.- el prefecto sonrió con falsa inocencia. No podía decirle que tenía prohibido hablar con ella sobre magia desde que eran pequeños.

Hayley fingió creerle tan solo porque estaba realmente contenta por volver a ver a su primo después de tantos años.

-       -   ¿En qué casa estás?

-        -  Soy prefecto de Hufflepuff.- admitió el mayor, sonrojándose un poco. Todavía no se acostumbraba al cargo que ejercía.

Su prima le dedicó una sonrisa maravillada.

-       -   ¿Qué haces aquí, a todo esto? ¿No deberías estar en clase?

Aquella pregunta por parte de la pelirroja le devolvió al mundo real, dónde perseguía a una escurridiza niña problemática de segundo año que iba causando estragos por donde podía.
Su sonrisa se enfrió y buscó con la mirada aquella cabellera característica de la chica de segundo año, sin éxito.

-         - Se suponía que iba a castigar a alguien por lo de esta mañana en el desayuno, pero se ha escaqueado.- suspiró y se llevó los dedos índice y pulgar al puente de la nariz, pellizcándolo suavemente con la intención de calmarse un poco.

-        -  Nosotras deberíamos ir a nuestra siguiente clase, la verdad.- Cataleya estaba impaciente. Su siguiente clase empezaba en diez minutos y no quería llegar tarde ya el primer día.

-        -  Es cierto, Cata. Primer año, Ravenclaw, Callum. No lo olvides y ven a verme de vez en cuando.- la pequeña castaña se despidió de su primo con un dulce beso en la mejilla y se alejó junto a su amiga.

Aquello dejó una sonrisa permanente en el rostro del prefecto. Había echado de menos a su prima. Y aunque tenían muchas cosas de las que hablar, se sintió afotunado porque tendrían años para hablar de todo y más en el castillo.

Continuará...


                                                                ~♤~

¡Bueno, bueno! He aquí el prometido tercer capítulo del fanfic.

He de decir que estamos muy contentas porque se ha unido un nuevo miembro a la plantilla, Nés, nuestro ilustrador privado. Nos deleitará con fanarts, al igual que nuestra querida Nun. Sus obras las podréis encontrar en el apartado "Fanarts", el cual hemos dedicado exclusivamente a ello. Si alguien nos quiere enviar algún trabajo propio podréis encontrar nuestra información personal en la página donde lo estipulamos. Espero que os guste el tercer capítulo. 
¡Val fuera!


Abracitos de

Las Nuevas Merodeadoras